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Los colegios Cervantes de México: una historia poco conocida del exilio español que celebra su 85 aniversario

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La Segunda República española se conoció como la República de los maestros, porque el gobierno depositó en una nueva generación de docentes bien preparados la responsabilidad de cambiar todo un país, entonces con altos niveles de atraso y analfabetismo. Con la Guerra Civil y la dictadura que la siguió se frustró aquel proyecto y se persiguió ferozmente a los maestros, muchos de los cuales fueron asesinados o depurados de sus funciones. Otros recalaron en México, exiliados para siempre. La necesidad de un empleo para ellos en el país de acogida era acuciante, razón por la cual se fundaron casi de inmediato colegios nuevos que fueron muy exitosos, como el Madrid o el Luis Vives en la capital. Menos conocidos por el gran público, pero con el mismo proyecto académico emanado de la Institución Libre de Enseñanza española, nacieron también en los albores del exilio los centros Cervantes, distribuidos por varios Estados mexicanos. El de Córdoba (Veracruz), fundado en 1940, cumple estos días sus 85 años y Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del presidente que abrió las puertas a más de 20.000 exiliados, será el invitado especial el 30 de este mes. De familia catalana, los abuelos de Hugo Puig llegaron a México en 1908 con las primeras oleadas migratorias. Cuando arribaron los exiliados, tres décadas después, la familia pronto eligió el Cervantes para educar a los suyos. A sus 74 años, Puig recuerda con enorme cariño las enseñanzas que recibió en aquel centro de Córdoba y el nombre de sus maestros de primaria: don Atilano Luis y su esposa, Concepción Escutia, Francisco Parrilla, Luisa, Antonio y José Bargés Barba, todos ellos trabajando allí desde 1942. “Algunos se habían conocido antes en los campos de concentración de Francia y se embarcaron en el Mexique rumbo al exilio mexicano”, dice Puig. “Eran honestos y preparados, y sus enseñanzas siempre humanistas: te decían que lo más importante de cualquier país eran sus niños y niñas. Nos enseñaron buena conducta tanto en casa como en la escuela o en la ciudad, respeto a las leyes”. Puig recuerda como Luisita Bargés se ponía a la puerta del colegio para recibir a los infantes con un abrazo el primer día del curso. “Era una bellísima persona y conseguía con aquella práctica que nos sintiéramos bien en la escuela desde el primer día. Era casi maternal”. Jose y Antonio Bargés Barba fueron profesores en el Instituto Cervantes de Veracruz.Colegio cervantes de Cordoba (Veracruz)Como el de Córdoba, se fundaron otra decena de centros Cervantes por todo México, pero hoy solo sobreviven dos, este y el de Torreón (Coahuila). “Los colegios del Patronato Cervantes fueron una iniciativa del Servicio de Evaluación de Refugiados Españoles (SERE) del expresidente español Juan Negrín en México, destinada a aprovechar el capital republicano en materia pedagógica y educativa”, explica David Jorge, investigador del Colegio de México. Aquellos anhelos españoles “estaban en consonancia con la voluntad del presidente Lázaro Cárdenas de expandir el acceso al conocimiento y a la cultura y nutrir el territorio del país de la experiencia profesional y aportaciones intelectuales del exilio”, dice el académico. David Jorge, también invitado el último día de estas jornadas, que se celebrarán en Córdoba del 20 de junio al 1 de julio, disertará sobre “el desafío y las notables dificultades y esfuerzos que aquel proyecto político ameritó”. El principal legado de todo aquello fue la fundación de los diversos colegios Cervantes, explica. “La visión consistía en integrar las realidades regionales más desconectadas en el proyecto de construcción nacional emprendido por el cardenismo, una preocupación, preexistente a la llegada de los españoles tras la guerra”, sostiene Jorge. La iniciativa de celebrar este 85 aniversario en Córdoba “enriquece el relato del exilio español en México”, muy estudiado en la capital, donde se reunieron la mayoría de ellos, pero que tuvo, desde luego en el campo de la enseñanza, interesantes proyectos como este de los Cervantes, dice el investigador del Colmex. Certificado de una alumna del Grupo Escolar Cervantes.Colegio cervantes de Cordoba (Veracruz)El antiguo grupo escolar cordobés, que estos días se vestirá de gala, ocupaba a principios de los años 40 apenas 353 metros cuadrados en el centro de la ciudad, más otros 100 de patio rentado, cuenta el director general, Alejandro Baizabal Jiménez, hijo del profesor mexicano que heredó aquella institución. Hoy, dice con orgullo, “se extiende en 5.000 metros cuadrados con zonas verdes y equipamiento deportivo a unos dos kilómetros su lugar de origen y la fauna nos rodea, son nuestros amigos”, señala, y en sus palabras resuenan todavía aquellos ecos de la Institución Libre de Enseñanza que tanto promovió el contacto directo del alumnado con la naturaleza y con las comunidades en las que se insertaban los colegios. Presume también Baizabal Jiménez de los alumnos que han ido saliendo por décadas del centro, “con excelente formación, algunos de los cuales han sido alcaldes de Córdoba, como Tomás Ríos Bernal, o académicos de prestigio como don Andrés Burgos, doctor en Ciencias de la UNAM”, menciona. El director general habla de la “herencia especial” que recibieron estos colegios y de la que ellos mismo aportan hoy a la sociedad mexicana, a la espera, dice “de cumplir el centenario”.


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