
Francia se ha acostumbrado a vivir catástrofes profundas provocadas por accidentes fugaces. Una desastrosa disolución de la Asamblea Nacional poco después de una derrota, un primer ministro de apenas 836 minutos o un asalto dramático a su gran museo de apenas 420 segundos. Este último, el que terminó hace una semana y concluyó con el robo de las joyas de Napoleón, valoradas en unos 88 millones de euros, quizá sea un nítido resumen de la sensación de descomposición que atraviesa al país desde hace algún tiempo. También la de su presidente, Emmanuel Macron, empeñado en ligar su suerte a la de la pinacoteca desde que accedió al cargo.Francia sigue sin explicarse una semana después cuántos elementos pudieron fallar para que cuatro asaltantes se introdujeran en la galería Apolo del Louvre armados con simples radiales y se llevaran las joyas a plena luz del día. Un conjunto de 8.700 diamantes, 34 zafiros, 38 esmeraldas y más de 200 perlas, síntesis de siglos de historia política francesa que, salvo milagro, están condenadas ahora al despiece. Las joyas no han aparecido y la esperanza cada vez es menor. La reputación del museo no se había visto tan dañada desde que Vincenzo Peruggia, un italiano que había trabajado como cristalero en el Louvre, robó la Mona Lisa en 1911. Aquel suceso tuvo un final feliz al cabo de dos años, cuando la obra fue recuperada en Italia. La historia terminó adquiriendo un carácter casi cómico. Peruggia justificó su fechoría por las burlas que sufría como inmigrante: le llamaban “macarrón”. El robo de hace una semana, sin embargo, devuelve ahora al imaginario francés toda el inventario de preocupaciones sobre la seguridad y el declive de su grandeur. Las acusaciones de una protección deficiente en el Louvre han sido tan insistentes que el Senado convocó a Laurence des Cars, directora del museo, para que compareciese el miércoles. Asumió su responsabilidad, admitió fallos evidentes, especialmente en una videovigilancia inexistente en el exterior. “Es una herida inmensa, hemos fracasado”, asumió. Pero, de algún modo, vino a decir que ella misma había advertido ya del envejecimiento de la infraestructura. Pidió, además, construir una comisaría de policía dentro del museo.Momento en el que el Louvre recuperó en 1914 la ‘Mona Lisa’, robada por Vincenzo Peruggia.Roger Viollet (Getty Images)“Creo que la dirección del Louvre está sufriendo porque no sabe qué hacer. No tienen dinero para invertir en la seguridad. Y el gran proyecto de remodelación, que podría costar 1.000 millones de euros y no está claro que vaya a hacerse, solo destina una pequeña parte a ese apartado”, señala la periodista del New York Times Elaine Sciolino, profunda conocedora del museo y autora de Aventuras en el Louvre: Cómo enamorarse del museo más grande del mundo. “Los ladrones rompieron el cristal con una herramienta simple alimentada con batería. Lo llevan los bomberos para romperlas si hay un incendio y poner a salvo las obras. Esas vitrinas no están protegidas ante una simple herramienta que compras en una tienda de bricolaje”, apunta. Un informe confidencial preliminar del Tribunal de Cuentas, la máxima institución de fiscalización de Francia, acusa al Louvre de contar con un sistema de videovigilancia insuficiente en sus tres alas, de haber aplicado fuertes recortes y retrasos en el gasto destinado a seguridad en los últimos años y de mostrar una deficiente jerarquización de prioridades. El documento, que debe publicarse oficialmente en noviembre, señala que el gasto en seguridad en 2024 fue muy inferior al de hace 20 años. En el ala Richelieu, que alberga pinturas de Poussin, Durero y Vermeer, así como las colecciones de arte persa y mesopotámico antiguo, solo el 25% de sus 182 salas están cubiertas por cámaras de vigilancia, según el informe. La presidenta del Louvre, Laurence Des Cars, comparece en el Senado.YOAN VALAT (EFE)El Louvre, en plena psicosis, ha trasladado ahora algunas de sus joyas más valiosas de esa misma galería al Banco de Francia, que guarda las reservas de oro del país en una enorme bóveda situada a 27 metros bajo tierra, y que se encuentra a solo 500 metros del museo. El movimiento se hizo el viernes en secreto bajo escolta policial.El impacto del robo, cree Sciolini, abrirá un agujero enorme en la confianza de los franceses. “Es un suceso con un impacto tan profundo como los atentados del 15 de noviembre de 2015. Es un acto de terrorismo contra el Louvre y contra el estado francés. Hay gente que incluso dice que esto se ha hecho para debilitar al presidente Macron. No iría tan lejos. Pero es dramático”, apunta.La pinacoteca se ha convertido hoy también en una metáfora del macronismo. El presidente de la República siempre quiso vincular su mandato al museo. Después de su primera elección en 2017, pronunció su discurso de victoria frente a su edificio. El verano de 2024, en plena crisis política, el jardín de las Tullerías alrededor del antiguo palacio, fue un espacio clave para los Juegos Olímpicos, que le permitieron coger algo de oxígeno tras la fallida disolución de la Asamblea. Hace algunos meses, Macron se presentó de nuevo en el museo más visitado del mundo, antigua residencia de reyes y quintaesencia de la grandeur francesa, para anunciar un plan especial de modernización que debía poner al día el museo. Pero ese plan, a día de hoy, no ha cogido forma y algunos dudan de que vaya a encontrar financiación.La presidenta, Laurence des Cars, y la dirección del museo se han vuelto ahora el blanco de las críticas. El historiador del arte Didier Rykner, por ejemplo, califica su presidencia y la del anterior director, Jean-Luc Martinez, de amateurismo. “Él instaló estas vitrinas defectuosas que pueden abrirse en dos minutos. Y la actual presidenta tampoco tiene el nivel. Su único objetivo es hacer el gran proyecto de remodelación con la nueva entrada. El resto le da igual. Cuando alertó del envejecimiento del Louvre era solo para hacer esta reforma, que por cierto, no está financiada. Y todo el tema de seguridad previsto quedó aplazado”, apunta. Rykner lamenta que Francia sea ahora el hazmerreír. “El riesgo cero no existe. Pero entre eso y lo que ha pasado hay un abismo. Des Cars debería dimitir [presentó su renuncia al jefe del Estado, pero este la rechazó]. Pero Macron y ella van de la mano para el proyecto”. El camión con el montacargas que los ladrones usaron para entrar en el Louvre a plena luz del día.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)La remodelación a la que se refiere se conoció hace medio año. Entonces, La directora del Louvre, Laurence des Cars, la primera mujer en gobernar esta institución en 230 años, envió una explosiva carta a la ministra de Cultura, Rachida Dati. En el documento, que teóricamente era privado y confidencial, hablaba de un panorama de extrema decadencia: goteras, mala conservación de las obras de arte, deterioro de un edificio “vetusto” y, sobre todo, una experiencia insatisfactoria para los visitantes.La última gran reforma del Louvre se produjo a mediados de los años 80, cuando François Mitterrand ocupaba el Palacio de Elíseo. Entonces, entre otras cosas, se encargó a Ieoh Ming Pei, uno de los arquitectos más prolíficos y venerados del mundo, el diseño y construcción de la gran pirámide de cristal y hierro que serviría para acoger a los visitantes de forma más ordenada. Terminaba entonces el caos y comenzaba la gran era del turismo de masas. Pero ya ni siquiera esa reforma mantiene hoy los estándares medioambientales y de confort.Al frente del Ministerio de Cultura se encontraba entonces Jack Lang, que hoy preside el Instituto del Mundo Árabe. Lang cree que se trata de un incidente aislado del que no deben extraerse conclusiones catastrofistas. “Ha habido muchos trabajos de restauración. Con Mitterrand hicimos el gran Louvre, renovamos el museo sala por sala. Puede que en esa parte faltase algo, pero fue un error. Puede ocurrir en el mundo entero. Es difícil descartarlo. La presidenta lo explicó muy bien. Fue sincera y clara. Hubo fallos de vigilancia. Y lo importante ahora es encontrar a los asaltantes y tomar medidas eficaces para futuros incidentes”, explica al teléfono. “La banda era muy experimentada, actuó a la manera de los narcotraficantes. Y sí, puede que los museos sean a veces poco seguros. Tiene que ver con que se cuenta con el respeto que la gente tiene por las obras de arte. Pero claro, hay gente que solo lo ve como dinero”, añade.Los sindicatos han denunciado la situación y lamentan no haber sido escuchados antes. Los agentes que estaban en la sala Apolo esa mañana se encuentran de baja debido al estrés postraumático causado por el suceso. Sarrah Abdelhedi, forma parte de la plantilla de guardas de las salas y es cosecretaria del sindicato SUD Culture Solidaires. Trabajaba ese día, pero en la galería Richelieu, así que no vio cómo los asaltantes se llevaban las joyas. Pero denuncia la falta personal y medidas de seguridad. “El año pasado los sindicatos vimos al Tribunal de Cuentas para la auditoría periódica. Alertamos de la antigüedad de los equipos, de la necesidad de renovarlos urgentemente, especialmente los de seguridad. Cámaras, alarmas, sensores… son elementos obsoletos. Son analógicos y no digitales”, denuncia al teléfono. Cualquier evento invita a un análisis a posteriori. A veces, demasiado oportunista, opina el escritor Frédéric Martel, conductor del programa cultural Soft Power en France Culture. “Los sindicatos, los políticos y también la presidenta instrumentalizan ahora el robo. La seguridad se podía haber hecho de otra forma, es evidente. Pero siempre encontrarán otro sistema. Siempre se puede pedir más dinero, pero hay un momento en el que debe gestionarse y no convertir el suceso en un instrumento populista”, analiza.La herida provocada por el robo del siglo, en cualquier caso, seguirá abierta mucho tiempo. Y se asociará para siempre a un periodo convulso.
El síndrome del Louvre recorre Francia | Cultura
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