
Ahí estaban los Ramones, una de las más grandes bandas de la historia del rock, empapándose la melena con la sopa de pescado de la familia Vega, que los veía muy flacuchos. Esta saga de Melgar de Fernamental (Burgos, 1.500 habitantes) convirtió a un modesto pueblo burgalés en capital de la música gracias a Las Vegas 2, una discoteca y sala de conciertos donde lo mismo actuaba el indómito líder de Motörhead, Lemmy Kilmister, que a mediodía había un bautizo. Los mercaderes han tomado el templo del rock y un supermercado ocupa hoy esa catedral por donde pasaron los dioses de la música. Yo estuve en Las Vegas 2, una mezcla de documental y ficción (estreno en cines el 8 de noviembre), cuenta su historia e impacto en Melgar y en la escena musical mediante los testimonios de quienes lo vieron desde las tablas y quienes lo disfrutaron como público y vecinos. El director del filme, el melgarense Javier Castro, confiesa su “emoción” por presentar este trabajo que ha ido rodando desde 2019. La producción abunda en la gloriosa mezcla vivida en Melgar en los años 80 y 90: se combinan paisanos en mono de trabajo con los mitos del rock; lo mismo habla un labrador que descargaba gallinas para pagarse un concierto que interviene el artista por quien este agricultor se dejaba las perras. El responsable de tal combinación se autoproclama como un tipo “de pueblo” y feliz de ser de pueblo: Paco Vega, fundador de Las Vegas 2, fallecido recientemente, relata en el documental jugosas batallitas del mundo de la música, como cuando el manager de Romina Power y Al Bano quiso estafarlo: “El pájaro me quería tangar 500.000 pesetas”. En la ciudad quizá la cosa se resolvería de otro modo, pero en Melgar fue el sargento de la Guardia Civil y le puso la pistola en la frente al farsante para que se dejara de historias, recuerda Vega.Vega, que murió poco después de que lo entrevistaran para que narrara su gran aventura musical, tuvo ojo comercial cuando abrió “una pequeña fonda” en Melgar en 1970 y una inicial sala de conciertos. Las muletas lo acompañaron desde 1979, cuando le amputaron una pierna en un accidente de coche. Desde el hospital vio cómo unos parientes le hacían la jugarreta y le abrían competencia. “Me dijeron que me iba al cajón, vine del hospital envenenado y monté Las Vegas 2”; o sea, “por mis huevos”, admite el patriarca, con una “obra faraónica” que, como se explica en el documental, bebe de esas inquinas rurales: “Los castellanos son muy profundos y prolongados en sus enemistades, el castellano es sobrio, serio, de palabra, alegre en pocas ocasiones”.La obra se centra en los Ramones, a cuyo último integrante vivo, Marky Ramone, se busca en Nueva York para ver si recuerda ese santuario burgalés. El director, Javier Castro, se ha coordinado con el periodista musical Jorge Bobadilla para realizar el documental, buscando “un viaje generacional de nostalgia desde los 80 y 90 con un punto de vista positivo y de sentido del humor, un pueblo pequeño de la España vacía que compartió escena con las grandes ciudades”. “Me siento extraño, con liberación y emoción de que el público lo vea tras tanto tiempo. Seguro que muchos se acordaban de la discoteca y de la familia Vega”, subraya Castro. El director Javier Castro y el productor Jorge González, en lo que fue la antigua sala Las Vegas 2.Ricardo OrdoñezCómo olvidarlo, bromea en el filme Rosendo Mercado, a quien un adusto portero trató de impedir el paso al garito pese a que actuaba enseguida. “¡Ya han pasado muchos Rosendos!”, le espetó al músico, y solo la mediación de su banda permitió el acceso del protagonista y que el concierto se celebrase. Vega ríe cuando le preguntan por los aforos, miles de personas abarrotando el garito (hasta 5.000 se calcula que lo llenaron algún día), y celebra el cariño con que le trató el submundo de las tachuelas, el cuero, los pantalones de pitillo y las melenas inacabables: “Los heavies son gente muy buena. La ropa era un poco extravagante, pero era una gente muy sana. El problema era más bien la vestimenta. El que era muy majo era ese de La Polla Records, el de la cresta de gallo, cómo se llamaba… ¡Evaristo!”. Jorge Martínez, de Ilegales, evoca el buen rollo de la zona, donde después de los conciertos se iban todos de copas por los bares. Los buses llegados desde Madrid o Bilbao serpenteaban entre decenas de coches y los tractores de quienes de noche trabajaban allí y de día en la era. Pilar Vega, hermana y socia del padrino del rock burgalés, resume ese pluriempleo que tanto dinero, y algunas envidias y acusaciones de impagos, trajo a Melgar: “Yo era cocinera para las bodas. Luego me bajaba a dar cubatas y me tomaba alguno, que también me gustaban”. El frenesí sobre Las Vegas 2, y los vientos de la época, llevaron a Melgar de Fernamental dos desafíos que acabaron tumbando el emporio: accidentes de tráfico provocados por conductores que había consumido drogas o alcohol. La Guardia Civil comenzó a poner controles, los clientes se redujeron y llegó un momento en que los Vega tuvieron que clausurar un negocio que habían hecho crecer empapelando con carteles Cantabria, Burgos, Valladolid o Euskadi. Barón Rojo, Ñu, Helloween, Motörhead, Extremoduro, Texas o Barricada dejaron paso a otros dueños y a la música tecno como previa al definitivo cierre de Las Vegas 2, quien para alarma de Javier Castro fue vendida a una cadena de alimentación. Hubo tiempo para grabar, recabar testimonios de personas ahora fallecidas, ver ese esqueleto del que aún queda la parte de arriba, cabina del DJ incluida, y contar que aún hay viejos asistentes a la discoteca que se niegan a entrar entre esos estantes y mostradores. Jesús Cifuentes, de los vallisoletanos Celtas Cortos, suspira: “Me da mucha pena todo lo relacionado con la España vacía”.
La memoria de Las Vegas 2, la discoteca de un pueblo de Burgos donde actuaron los Ramones | Cultura
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