¿Cuánto dura la vida de un bailarín? ¿Hasta qué edad puede estar en el escenario una bailarina? ¿Hay vida en la danza más allá de los 40, los 50 e incluso los 60? El estereotipo asociado a esta disciplina, que tiene que ver también con el edadismo y la prevalencia de ciertos cánones físicos, hace que estas preguntas se repitan con frecuencia. Pero cada vez son más los artistas que se rebelan contra ese prejuicio social y cultural. En los próximos días coinciden en la cartelera española varios espectáculos que ponen a las personas mayores en el centro de la danza.“A partir de los cuarenta no nos deterioramos, sino que bailamos y reivindicamos el cuerpo desde otro lugar”, explica Jordi Vilaseca (Barcelona, 43 años) al otro lado del teléfono. Junto a Aritz López (Vitoria, 37 años) dirige el Proyecto Larrua, una compañía con sede en Vitoria y que ahora que cumple diez años de trayectoria se bifurca en una nueva agrupación, La Senior de Larrua, que acogerá en sus filas a intérpretes mayores de 40 años. El espectáculo con el que inician andadura, You have an inner world, so what? (Tienes un mundo interior, ¿y qué?), se vio en calidad de preestreno en los Teatros del Canal de Madrid y este jueves tendrá su estreno absoluto en el teatro Félix Petite Antzokia, dentro del Festival Internacional de Teatro Vitoria-Gasteiz. Cuentan Vilaseca y López que al terminar la función en Madrid algunas personas se sorprendieron “porque bailaban mucho”. “En la danza se da mucho edadismo y se normalizan situaciones que no se deberían. Por eso nos pareció necesario crear esta nueva compañía donde bailarines de más de cuarenta podamos seguir celebrando el cuerpo y, de paso, reivindicar visibilidad”, dice Vilaseca. Con coreografía de Dimo Kirilov Milev, que fue bailarín destacado de la Compañía Nacional de Danza de 2001 a 2009, bajo la dirección de Nacho Duato, You have an inner world, so what? es una obra para cuatro bailarines entre los que se encuentra Melania Olcina (Barcelona, 43 años), premio Nacional de Danza 2023 en la modalidad de interpretación. “Entendemos la importancia de lo emergente en la danza, pero somos esclavos de las convocatorias públicas y en muchas de ellas se premia la juventud. ¿Qué pasa con quienes ya no somos emergentes pero seguimos bailando?”, se pregunta Aritz López. “Puede que con canas y arrugas ya no encajes en elencos jóvenes, pero podemos hacerlo”, añade Vilaseca. Tras el estreno, La Senior de Larrua viajará a ocho teatros más, todos en Euskadi. La preocupación por la edad en el mundo de la danza se percibe en su historia más reciente. Ya en 1991, Jirí Kylián fundó el Nederlands Dans Theater III, que estuvo funcionando hasta 2006 y tenía en sus filas a bailarines de más de 40 años. Otros ejemplos pasan por fabulosas iniciativas como la obra Place (2009), que interpretaban Mijaíl Barishnikov y Ana Laguna, pasados los 60 años. En la actualidad, la compañía alemana Dance On Ensemble, dirigida por Ty Boomershine, también intenta responder a cuestiones sobre el edadismo desde su fundación en 2015 y acoge en su elenco a bailarines de más de cuarenta. “¿Cuándo somos viejos? ¿Cómo se puede integrar la experiencia y el conocimiento corporal en el juego creativo?”, se lee en su página web. “Con bailarines jóvenes surgían preguntas; con mayores ahí arriba nacen respuestas”, declaraba en 2009 a este periódico Ed Kortlandt, antiguo bailarín de la Tanztheater Wuppertal, a propósito de la revisión del clásico Kontakthof, que su creadora, la legendaria Pina Bausch, montó con un elenco de personas de más de 65, que además no eran profesionales de la danza. El año pasado, por cierto, la versión original de esta obra, estrenada en 1978 con profesionales, se retomó con nueve miembros del elenco original, hoy con más de 80 años.Bausch también fue pionera en colocar a bailarines mayores no profesionales en el meollo de la danza. Seguramente porque arrojaba cuestiones sobre el paso del tiempo y el ser humano que siempre le interesaron. Pero también, porque le ofrecía la posibilidad de seguir investigando el gesto desde lugares tan bellos como incómodos. En esta línea de trabajo se enmarca el discurso que la coreógrafa Mariantónia Oliver (Sao Paulo, 66 años) viene desarrollando desde 2012. “A estas alturas creo que yo podría hacer bailar a cualquiera”, cuenta a este periódico.En 2012, Oliver grabó a mujeres de más de 70 años y las puso en escena en el montaje Las Muchas. En 2018 presentó Las Muchísimas, ampliación de aquella. Y el próximo 28 de noviembre estrenará Los Muchísimos en el teatro Principal de Palma, que coproduce la obra. “Desde que empecé con Las Muchas se ha tratado de poner en valor a unas personas que valen tanto como las de 20 años y tienen unos cuerpos vivos y vibrantes como los demás”, explica. Con Los Muchísimos entra en juego, junto a la edad, el tema de la masculinidad. Seis hombres (“entre los que se encuentran, por ejemplo, un profesor de universidad y un señor de mi pueblo que me causaba curiosidad”, dice) que se exponen desde la fragilidad intentando traspasar el género. ¿Y qué diferencia ha encontrado entre trabajar con los muchísimos y las muchísimas? “El humor y la tapa del váter”, contesta divertida. “Los hombres necesitan del humor para entregarse, las mujeres somos más abiertas y generosas”. “Es curioso cómo el baile se convierte en el nexo que mujeres mayores encuentran para seguir siendo felices y formar parte de lo social”, explica por teléfono Eva Guerrero (Bilbao, 43 años), coreógrafa y bailarina que dirige en Bilbao la compañía Doos Colectivo junto a Jemima Cano. Este jueves también estrenan obra, Hasta el último baile, en el teatro Arriaga. Una coreografía fruto de un estudio sobre danza y salud que le encargó la Universidad EUNEIZ y el KSI (Industrias Culturales y Creativas de Euskadi) en el que trabajaron con mujeres de más de 65 años. “Después de dos meses con ellas, una vez a la semana, ganaron movilidad, sobre todo de torso y hombros. Pero además, escuchar sus historias, de esa soledad que se siente y de cómo la vencían a través del movimiento y los cuerpos, me pareció muy interesante y pusimos en marcha el espectáculo”. En escena estarán sus voces, recogidas a través de numerosas entrevistas, cristalizadas en los cuerpos de la bailarina Aiala Etxegarai y la música e interpretación en directo de Yolanda Bustillo y Amaia Santamaría. ¿Y cómo lo ha aterrizado desde lo escénico? “Desde lo colectivo y desde el cuestionamiento, como suelo hacer. Invité al coreógrafo Andrés Corchero a trabajar con nosotras y lancé preguntas. Por ejemplo, ¿cómo moldea las ausencias de otros nuestros cuerpos?”. ¿Y cómo se ve usted dentro de treinta años? “¿Cómo me veo? Para mí la danza es muy importante, cuanto menos bailo peor estoy. Pero estoy tan cansada del juego institucional en el que se te marcan los estrenos cada dos años, cuando es tan importante investigar y buscar… Ojalá pueda seguir moviéndome y creando”. También el 6 de diciembre, en el Centre de Creació d’Arts Escèniques (Salt) dentro de la programación del festival Temporada Alta, la veterana compañía Mal Pelo llevará la memoria y el futuro a escena. Se trata de la obra We: Nosaltres i els temps con la que la compañía dirigida por María Muñoz y Pep Ramis reunirá a un total de doce intérpretes de diferentes edades y generaciones, para abordar el trabajo de herencia e identidad a través de la transmisión corporal de esa danza tan característica del colectivo catalán.
Bailar hasta que el cuerpo aguante: la danza contemporánea se rebela contra el edadismo | Cultura
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