Daniel Pontón tiene 35 años y una gran pasión: es lo que se conoce como un adulto Disney. Su afición se asoma en cada esquina de la casa de Parla (Madrid) en la que vive con su prometido. Tanto que se está planteando quitar la cama del cuarto de invitados/museo para ceder espacio a la invasión de peluches. Sobre las mullidas almohadas hay Mickey, Stitch, Jack Skellington, Olaf, Chip y Chop… y otros más desconocidos. Las baldas y paredes también están recubiertas. Toda esta memorabilia, y otras joyas de coleccionistas complicadas de hallar, como llaves del parque, son recuerdos de sus momentos en las tiendas y parques temáticos Disney. Porque Pontón, que intenta ir al menos cada dos meses al de París, se acaba de convertir, gracias a su canal de TikTok con más de 110.000 seguidores, en influencer oficial del Disneyland europeo. Con su nombre de las redes, iDanny, es parte de una subcultura muchas veces mirada con desprecio, pero que lleva años haciéndose un hueco social y económico en una de las grandes empresas culturales del mundo, que este 2025 vuelve a ser líder de la taquilla global.Más informaciónLa psicología y sociología de este nicho de público, el rechazo que despiertan, su relevancia económica y su obsesión es lo que estudia desde varias perspectivas el libro Disney Adults (de momento, solo en inglés) de A. J. Wolfe. La autora de 48 años explora esta tribu social desde dentro tras construir su propia empresa gracias a ser ella msima aficionada a Disney. En la web The Disney Food Blog empezó calificando la comida de los parques y ahora es uno de los sitios de referencia para los visitantes. “Buscaba explicar que nuestra subcultura no denota inmadurez o escapismo, sino comunidad, creatividad y nostalgia. Los estereotipos se construyen en los extremos, en la exageración de las redes, cuando la realidad es mucho más rutinaria. Esta es nuestra manera de construir identidad compartiendo hobbies”, explica Wolfe a EL PAÍS por correo electrónico. Ella lo escribe desde el conocimiento y en primera persona, pero también cuestionando lo que ocurre alrededor: “Nos sentimos cerca de lo que nos hace estar seguros, protegidos y felices”, apunta.El libro ‘Disney Adults’, de A. J. Wolfe.Jaime VillanuevaPontón, por ejemplo, se pone música del parque para relajarse, escapar de su rutina profesional y personal, y volver a su sitio seguro, algo que hacen muchos aficionados a Disney. Él escucha la de pájaros y naturaleza del hotel Secuoya y el bucle del parquin. “Cuando visitas los parques, todo lo que hay fuera deja de existir. Se crea una sensación de relax donde solo tienes que preocuparte por qué personaje abrazar, dónde comer o en qué atracción montar. Yo lo comparo con la gente a la que lo único que le relaja es la playa. Es un lugar seguro donde controlas todo”, dice iDanny. Wolfe apunta en el libro que es “el mejor escape de la realidad, porque allí todo el mundo está feliz, […] y se abraza durante unos días una existencia sin esfuerzo (…). Además, nos ayuda a enfrentarnos a la realidad mejor al volver”, cuenta. Todo lo que rodea a Disney, desde musicales al merchandising, es un mundo sin “sorpresas” y donde “todo funciona”. Ella destaca otra experiencia sensorial que le trae los mejores recuerdos: el olor del agua en la atracción de Piratas del Caribe.Pero, si a su alrededor hay este halo de felicidad y optimismo, ¿por qué es tan denostado y parodiado este movimiento? Wolfe dice en el libro que en realidad las pautas neuronales entre fanáticos de los deportes, Star Wars, Star Trek o Disney no son tan distintas, y que estos seguidores no son más obsesivos ni consumistas, pero sostiene que “dado que este fandom tiene una presencia tan femenina y diversa, culturalmente se percibe diferente, más infantil o vergonzante. Tradicionalmente, la feminidad se ha rechazado como menos seria, mientras que la pasión en terrenos masculinos es celebrada”: “Hemos tenido que luchar para que se nos considere adultas”. En su web, el 80% son lectoras, y ellas también son quienes suelen planear las vacaciones.Maqueta del castillo de Magical Dreams para Hong Kong Disneyland® Park, expuesto en ‘Disney. La exposición’.DisneyEn Disney: la exposición. 100 años de magia, en Madrid hasta enero, el público es diverso: padres con camisetas de Star Wars, gente sin niños, parejas o amigas jubiladas a quienes Disney ha acompañado a lo largo de sus vidas en una exhibición que repasa la historia de la compañía. Entre estos visitantes intergeneracionales, una madre y una hija, de 30 y 50 años y ambas llamadas Yolanda, bailan al son de los éxitos de Disney con los cascos enfundados. Como para Pontón, su momento fundacional fue el resurgir de la animación de los noventa con El rey león o Aladdín, aunque ellas no se han podido costear ir al parque y sentir esa “magia que te hace volver a ser niña” de la que hablan. Porque ser aficionado Disney es una pasión cara. Wolfe cuenta en su libro que al convertirse en fanática, los souvenirs pasaron a ser “coleccionables” y eso creó un “completismo” que tuvo que frenar al tornarse en obsesión, sumida en una ferviente competencia con el resto de seguidores. Llegó un momento en el que sintió que algunos objetos ni siquiera le interesaban, era simplemente FOMO (miedo a perderse algo), explotado por un capitalismo Disney que vende cubos de palomita exclusivos a 30 dólares. Ella ha pagado 1.000 dólares por noches en un hotel, y el madrileño ha hecho colas de madrugada para lograr mickeys exclusivos. Hoy viste una cara y gigantesca pulsera de Pandora hecha de figuras Disney: “No tengo hijos, ni salgo de fiesta, así que el dinero que tengo lo gasto en mi afición, pero sí que hay veces que hay que decir: otra vez será”. Objetos que el influencer del mundo Disney iDanny, colecciona en su casa de Parla. Jaime VillanuevaAunque ambos defienden que hay muchos grados, también para los que no pueden gastar tanto: “Los fans de fútbol o de Taylor Swift siguen siéndolo aunque no vayan a eventos. Puedes formar parte de una comunidad online o compartirlo con tus amigos. Pero es verdad que los parques son cada vez más caros. Tendremos que ver cuánto está dispuesto a pagar el público, porque la comida rivaliza con los precios de las grandes ciudades”, explica Wolfe. IDanny, de hecho, recomienda en su cuenta estrategias para ahorrar en los parques, y no caer en la deuda en la que muchos se sumen: “La parte ‘no quiero lidiar con el mundo, así que me escapo’ puede ser buena, pero hay que preguntar, ¿cómo van tus finanzas? ¿Y en el trabajo? ¿Cómo te sienten tus amigos? ¿Has llamado a tu madre? Hay una línea donde empiezas a dar la espalda a tu vida”, dice un psicólogo en el ensayo.Por su capacidad para el gasto, Disney sabe que tiene en este público uno de sus grandes activos financieros, ya no solo de cara a nuevos parques como el de Dubai, sino en su producción en cadena. Los recientes éxitos nostálgicos de El rey león o Lilo y Stitch, por ejemplo, no solo apelan a niños, sino a los adultos que buscan revivir su infancia. Los fans de antaño tienen ahora el dinero suficiente para viajar en el tiempo, y esta es una de las pocas compañías que puede empujar al gasto “emocional”, apunta el libro. Hay experiencias carísimas para quien se quiera casar en el parque, y los cruceros especializados están en auge: hasta 2024 había solo cinco, pero antes de 2031 planean subir a 13 barcos que naveguen las aguas de todo el mundo. Uno de ellos cuenta con una isla propia. Se espera que este nicho de mercado supere para 2029 los 2.000 millones de ingresos en las cuentas de Disney.Tablas de dibujo, en ‘Disney. La exposición’.DisneyQuizás el reto ahora, de hecho, sea atraer a la generación Z y alfa a la marca, que ha expandido los últimos años su público gracias a Star Wars, Los Simpson, Avatar (uno de los grandes éxitos milmillonarios de la casa este año, junto a Zootrópolis 2 o Lilo y Stitch) o Marvel. Por eso Disney acaba de firmar acuerdos con los videojuegos de Fortnite o la tecnología de inteligencia artificial de Sora para criar futuros adultos Disney.Más informaciónRocío y Alejandro son otra pareja de 26 años que ha viajado de Málaga a Madrid para ver la exposición. Están dibujando personajes en una de las mesas de esta muestra interactiva. En su casa han unido varios mundos Disney, el más tradicional de ella y el de Marvel y Star Wars de él. Tras pasar por el parque este mismo año, su objetivo es volver anualmente. Para ello también existen agentes especializados, como Ariel Ferrero, un argentino afincado en Madrid, apasionado a Disney y especializado en sus parques y cruceros globalmente: “Desde Disney, nos dan incluso cursos para que estemos actualizados y sepamos los detalles. Y cada vez hay más paquetes de adultos, aunque en realidad allí todos nos convertimos en niños”. Ocho de los 10 parques más visitados del mundo son de Disney. En 2023, los de Florida y California superaron los 17 millones de visitantes; el de Tokio, los 15, y Shanghái, los 14. Sobre todo tras la pandemia, y con una sociedad donde se tienen menos hijos, los visitantes millennials y generación X han crecido. Lo que hace además que ahora en estos lugares de ensueño se sirvan cervezas o cócteles.Disney y el OrgulloTambién han incluido fiestas como el Orgullo, a sabiendas de que el público LGTBI es una porción importante de los adultos Disney. Pontón reconoce que todavía hay que trabajar “mucho” en ese aspecto de diversidad, sobre todo tras los últimos retrocesos de la empresa frente al Gobierno Trump: “Cuando Disney se acerca a lo LGTBI, hay mucha crítica que los frena. Pero es verdad que hace seis años no había colecciones del Orgullo, ni contenido así en plataformas y parques. Ahora tenemos el Disneyland París Magical Pride, y eso da visibilidad”, explica. “Es importante tener una historia de amor entre dos príncipes. Me gustaría que hubiera más pasos, pero si antes había posibilidades, ahora son menos”. Wolfe reconoce que esa “frustración” existe: “Es difícil ver que las decisiones, valores y política no se alinean con los tuyos, y es una tensión que existe en la mayoría: gestionar nuestra pasión con la conciencia de que es una maquinaria empresarial”. Una economía de adultos Disney que tampoco es tan nueva, porque ya en 1935, Disney recaudó 30 millones en licencias, en particular por el primer reloj de Mickey.Ambos son plenamente conscientes de lo bueno y lo malo de este entramado. “El lado positivo es que te expresas libremente, puede alentar la alegría, la creatividad, el sentido de la identidad y la comunidad. Y además es un buen lugar para lidiar con el estrés y encontrar la felicidad en la rutina. Pero puede ser problemático si lo vuelves en un escapismo para huir de las responsabilidades y emociones. Y hay un estigma social y juicioso que te hace no ser comprendido”, detalla Wolfe.Aspecto de ‘Disney. La exposición’.DisneyIDanny dice que, aunque a él no le guste el fútbol, comparte la “pasión de lo que sienten”. Y explica que su afición es similar: “Lo que pasa que no es normativo, no está aceptado socialmente, pero es un consenso que no sé quién ha puesto. Todo lo que se sale de ahí, se ataca. Es una burla fácil, pero no hago daño a nadie. Los vídeos siempre son positivos, enseño lo que haces en el parque, la reacción de los personajes, es bonito… Ya sé que dentro del traje hay una persona, pero en ese momento vives la fantasía y la magia”.¿Qué responden a todos los que rechazan este submundo porque “infantiliza”? “Ser entendido por otros es ser querido. Los que lo odian, no nos van a entender nunca”, responde un superfan en el libro, que también apunta que hay críticas muy válidas, y que ellos mismos se hacen: la competencia, la exageración de algunos influencers que les hacen quedar mal, la excesiva nostalgia, las adicciones que llevan a deudas millonarias (muchos fans cortan durante un tiempo para desintoxicarse). Pontón, que colecciona más de 100 orejas de Mickey distintas y se prometió en el parque de París, dice que “los adultos Disney son más felices”: “Así que vivimos más, gracias a haber encontrado nuestra comunidad y un lugar seguro donde conocer a gente afín”.

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