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El adiós a Leonila Vázquez, fundadora de Las Patronas: el refugio que alimentó durante 30 años a migrantes en Veracruz

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Leonila Vázquez Alvízar, fundadora de Las Patronas.“Madre, tenemos hambre”, fue la frase que, desde un tren, en un rincón del poblado de Amatlán de los Reyes, en el estado de Veracruz, gritaron a un par de mujeres unos hombres montados en un tren conocido como La Bestia. Ellas, con bolsas de pan y leche en las manos, les reglaron su comida. Bastó ese relato, para que una vez en casa, la madre de estas muchachas, Leonila Vázquez Alvízar, decidiera que en adelante compartiría su comida y la de su familia con toda esa gente que viajaba aferrada a ese tren, con sus hijos o hijas en brazos y nada más que una mochila o una bolsa con sus pertenencias. Más de 30 años después, el pasado 13 de abril, el generoso y luminoso corazón de doña Leo dejó de latir. Sin embargo, Las Patronas, esa organización en la que se convirtió aquel pequeño, pero significativo gesto de una familia veracruzana, sigue más viva que nunca y continúa con su largo legado de brindar cobijo, alimento y refugio a los migrantes que pasan por su camino.Leonila Vázquez Alvízar nació el 16 de enero de 1936. Es la madre de 13 mujeres y de dos hombres. Nació, creció y murió en la comunidad de Guadalupe, de ahí el nombre de La Patrona, que luego adoptarían ella y sus hijas y hermanas para nombrar a su organización. La Patrona, ese poblado a unos 150 kilómetros de la capital de Veracruz, que tiene unos 4.000 habitantes, ha sido uno de los pasos por donde cientos de miles de migrantes de varios puntos del continente pasaron aferrados en el tren que viaja hacia la frontera norte del país. “Ahí nací, ahí crecí, y ahí estoy trabajando”, decía en una entrevista de 2001. Era una mujer de un carácter fuerte, pero solidaria y empática.En 2014, en una entrevista para la televisión, a Nila, como también le llaman de cariño sus compañeras y sus familiares —que ya suman cientos—, se le llenan los ojos de lágrimas ante la cámara cuando contaba la profunda tristeza que sentía cuando aquellas primeras veces, en las que usaba su propio dinero y los alimentos que tenía en casa, no le alcanzaba para poder alimentar a todos los muchachos y muchachas, niños y niñas, que pasaban aferrados al tren pidiendo algo de comer. “Yo me sentía feliz. Pero cuando veía que faltaba mucha gente me daban ganas de llorar, lloraba porque no le daba a los demás. Decía: Dios mío, faltó gente que se fue sin comer”, decía, reviviendo esos momentos.En 1995, con bolsas de plástico y botellas que doña Nila había recolectado, lavado y llenado con agua potable, ella y sus hijas cocinaron y juntaron alimentos para completar 75 almuerzos que repartieron, como una primera entrega, a los que pasaban en el tren. Ellas, que aseguran que en ese tiempo no tenían idea de lo que pasaba en el mundo, y que no sabían del sufrimiento de las personas que tras dejar sus hogares cruzaban por su camino para buscar una mejor vida, alimentaron desde entonces a todos los que pasaron por su puerta.A ellas, doña Leo y sus hijas, también les dijeron “locas”. Por ayudar a desconocidos, por invertir sus pocos recursos y compartir sus alimentos con personas que jamás habían visto en sus vidas y que, probablemente, no se volverían a cruzar nunca más. Esa misma locura que ha invadido a América Latina, la de las madres con pañuelos blancos en Argentina, madres descalzas en el norte de Chile, madres colombianas en los autobuses de Cali, leyendo cartas a sus desaparecidos. “Locas”, como les han llamado a tantas otras, también les llamaron a Las Patronas. Pero para doña Leo, nada de eso tuvo eco. Al contrario, sentía satisfacción y alegría de poder ayudar a personas que le recordaban a los suyos, que podrían haber sido sus hijos o sus nietos.Las Patronas entregan comida en Veracruz, en 2013Félix Márquez (Cuartoscuro)Cuando una periodista le preguntó en 2014 a Leonila Vázquez si no era difícil para ella alimentar, además de a sus hijas e hijos, a otros tantos migrantes que llegan por centenares cada día. Ella respondió que no, que si no fue complejo alimentar a todos sus hijos, no lo era para más gente ya que además tenía el apoyo de su familia. Recordaba que con seis vacas, logró alimentar a sus hijos, y pensaba que sostener su hogar en aquellos días en que todos eran chicos la preparó para esto.Con su labor, Las Patronas, lideradas por doña Leonila, alimentan a miles de migrantes en su paso por su comunidad. En 2024, según ha dicho Norma Romero, hija de doña Leo y coordinadora actual de la organización, dieron atención a más de 6.000 personas, y su labor, además de alimento y refugio, se extendió a prestar ayuda con gastos adicionales como los funerarios, atención hospitalaria, medicamentos y ropa. Sin embargo, pese al reconocimiento internacional que tienen, aseguran que todavía necesitan de ayuda para poder seguir: “Si no fuera por las donaciones de la gente, no podríamos ayudar” ha dicho Romero a medios locales.Tras el anuncio de su muerte, decenas de personas han volcado sus pensamientos y agradecimientos en redes y medios de comunicación a Leonila Vázquez. “Has dejado una huella imborrable en todas las personas que ayudaste, alimentando no solo su cuerpo, sino también su alma. Ahora te toca descansar, tu misión de dar amor y alimentar ha sido cumplida y has pasado a formar parte de la historia como una de las mujeres más ejemplares de Veracruz, de México y del mundo entero”, dice Uriel Alvarado, amigo y colaborador con Las Patronas. “Ya ven que una chispa provoca un incendio, doña Leonila comenzó con un pequeño gesto y en algunas partes de México se está imitando”, ha escrito otro usuario en Facebook.Leonila Vázquez Alvízar cocinó y entregó comida y refugio hasta que ya no tuvo fuerzas y la enfermedad le impidió continuar. Lo decía en cada entrevista que ofrecía: “Seguiré trabajando hasta que la vida me lo permita”. Y así fue. Su cuerpo ha sido velado en el patio de su hogar, refugio y comedor de cientos de personas cada día. Ahí se le hizo un pequeño homenaje en el que varios asistentes tomaron un micrófono y contaron sus agradecimientos. En la habitación donde ha reposado su ataúd figura un retrato suyo en blanco y negro y varias coronas de flores, entre las que destaca la de la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle. Durante su despedida en la comunidad ha sonado un mariachi que acompañó a la multitud hasta el entierro.


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