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Amos Gitai: “España necesitó la empatía del mundo durante la dictadura. Es lo que ahora necesita Israel” | Cultura

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Tras explorar durante décadas el conflicto entre israelíes y palestinos a través del cine y la fotografía, el director Amos Gitai (Haifa, Israel, 74 años) regresa al teatro con House, una obra coral que recorre un cuarto de siglo de historia a través de los habitantes de una misma casa en Jerusalén Oeste, inspirada en los testimonios recogidos para el documental del mismo nombre que rodó en 1980. La función recuerda cómo esa casa, propiedad de un palestino, fue requisada por el Estado israelí tras la ocupación de Cisjordania, y deviene así en símbolo de memoria y despojo. Fue una de las primeras creaciones de quien se convertiría, con el tiempo, en una de las voces más críticas con la política bélica de Israel.Más informaciónLa obra, que se representará en los Teatros del Canal de Madrid este viernes y sábado, reúne en escena a intérpretes y músicos de ambos lados en una gran escenografía presidida por un gigantesco andamio. “Representa algo inconcluso, una historia en construcción en medio de este conflicto interminable”, dice en su casa de París —la ciudad donde se exilió en 1982, aunque sigue pasando temporadas en Haifa—, un dúplex lleno de libros pegado al gentrificado Canal Saint-Martin. Entre una cita con su guionista y otra con su fisioterapeuta, Gitai volvió a recordar por qué lleva cuatro décadas siendo un infatigable defensor de la que, ahora mismo, parece la vía menos verosímil: la reconciliación.Pregunta. ¿Es este un conflicto sin fin?Respuesta. Espero que lo tenga, aunque hoy no veamos señales de que vaya a ser fácil. Vivimos un momento muy triste, de brutalidad, de sufrimiento humano. Pero la historia no está escrita. A veces, los conflictos abren también caminos hacia la solución. Fíjese en España: tras una guerra civil y una dictadura de 40 años, hoy es una democracia con uno de los gobiernos más progresistas del mundo. Los europeos, que tanto han hecho por la civilización, tuvieron que arrasar su continente y matar a millones para entender que se puede discrepar sin matarse.P. Estudió arquitectura. ¿Cómo acabó haciendo cine y teatro?R. Se suponía que debía seguir los pasos de mi padre y convertirme en arquitecto; él estudió en la Bauhaus en la Alemania de preguerra. Tras completar mi doctorado en arquitectura en Berkeley, sentí que necesitaba enfrentarme al destino de mi país dando voz a un pensamiento crítico. Muy pronto descubrí que, con las películas que hacía, estaba tocando un nervio. Y que esa era mi misión, la de hacer de testigo. A veces también recurro a la exposición, como en la reciente muestra en el Reina Sofía Crónica de un asesinato, sobre la muerte de Isaac Rabin. Tener como vecino al Guernica de Picasso fue una fuente de inspiración muy poderosa.“Estamos viviendo el peor momento del conflicto, el pico de la violencia, la destrucción y el odio”P. ¿Cómo ha vivido la constante tensión entre diálogo y enfrentamiento?R. Ha habido momentos mejores y peores. El más esperanzador fue el proceso de paz que lideró Rabin. El peor, sin duda, es el actual. Estamos en el pico de la violencia, la destrucción y el odio. En ese contexto, lo único que puede hacer el arte es un trabajo cívico: recordar que el diálogo es posible, incluso cuando brilla por su ausencia en la vida real. El arte no puede cambiar la trágica realidad, pero sí demostrar que es posible escucharse mutuamente.La obra ‘House’, de Amos Gitai, que se representa los días 25 y 26 de abril en los Teatros del Canal de Madrid.P. Sorprende que lo diga, porque House parece bastante pesimista.R. Una vez entrevisté al alcalde de Nablus, víctima de un atentado de la extrema derecha israelí. Perdió las piernas. Le pregunté si era optimista o pesimista. Me dijo: “Amos, ser pesimista es un lujo que no podemos permitirnos”. Esa es también mi respuesta. Israelíes y palestinos debemos encontrar una forma de convivir sin violencia.P. ¿Por qué condiciones pasaría esa convivencia?R. El reconocimiento mutuo es esencial. Hay que reconocer el dolor de los demás, como decía Susan Sontag. El otro siempre debe existir: la mujer frente al hombre, el creyente frente al ateo, el extranjero frente al nativo. Las sociedades que eliminan al otro se autodestruyen. Necesitamos construir puentes, visiones políticas pacíficas. Pero eso exige que los extremistas, tanto de Hamás como del lado de Netanyahu, estén dispuestos a escuchar.P. ¿Cree que podríamos volver al espíritu de 1995?R. Han sido tres décadas desperdiciadas. Viajé con Rabin a Washington y El Cairo. Vi su esfuerzo por alcanzar un entendimiento. Y también vi cómo desde ambos lados había quienes querían sabotearlo. Todo terminó cuando un extremista israelí lo asesinó. Muchos dirán que no era una solución perfecta. Pero las soluciones políticas nunca lo son, porque los humanos tampoco lo somos.P. Y usted, que combatió en la guerra de Yom Kipur, ¿cómo ha logrado evitar el odio?R. Cuando presenté Kippur en Cannes, me preguntaron por qué no había un enemigo en la película. Respondí que el enemigo era la muerte. Cuando fui soldado, recogía heridos entre tanques en llamas. Mi lucha siempre fue contra la muerte. Quizás me influyó haber crecido en una familia abierta, en Haifa, una ciudad donde judíos y árabes han convivido desde siempre. El conflicto es real y sangriento, pero el odio nunca ha formado parte de mí.P. En cualquier caso, ha cuestionado la rigidez de las identidades religiosas o culturales. Recuerdo esa escena en Free Zone, cuando el personaje de Natalie Portman descubre que no es judía según la ley religiosa. De repente, su viaje iniciático a Israel se vuelve absurdo. Para usted, ¿la identidad no tiene sentido?R. Está muy bien tener una identidad, pero no si se usa para oprimir al otro. La clave está en poder estar cómodo con lo que uno es, pero también aceptar que lo pueda estar el otro. Eso es lo difícil y lo necesario…“El otro siempre debe existir: la mujer frente al hombre, el creyente frente al ateo, el extranjero frente al nativo. Las sociedades que eliminan al otro se autodestruyen”P. Ha reclamado más apoyo internacional. ¿Estamos metiendo a todos los israelíes en el mismo saco?R. Sí, y es un error. Cuando Franco tomó el poder, el resto del mundo no dijo: “Prohibido hablar con cualquier español”. No toda España era franquista. Muchos israelíes nos sentimos secuestrados por dos fuerzas que, extrañamente, cooperan y se alimentan mutuamente. Los israelíes que luchan contra esta deriva autoritaria y racista necesitan la amistad del mundo para seguir adelante. Si no, nos acercamos a un derramamiento de sangre apocalíptico.El director Amos Gitai, en París.Louisa BenP. Por el contrario, ¿está de acuerdo en que se está asimilando cualquier voz crítica con el Gobierno israelí con el radicalismo o el antisemitismo?R. Sí. ¿Y quién es el antisemita de verdad en esta historia? Mientras tanto, Netanyahu visita a Viktor Orbán, que es un conocido antisemita. Y se rodea de aliados de la extrema derecha estadounidense que han cometido atentados contra sinagogas. Pero también hay otra cara: en Tel Aviv, cada sábado, decenas de miles de personas se manifiestan contra este Gobierno desde hace dos años. Cuando las ignoramos, en el fondo estamos ayudando a Netanyahu. Hay que apoyar a quienes defienden una visión distinta de Israel.“Netanyahu es inteligente, un manipulador de alto nivel. Está destruyendo el Israel que me gusta: el país abierto, liberal y creativo”P. ¿Qué futuro le espera a Netanyahu?R. Es inteligente, un manipulador de alto nivel y un tipo altamente peligroso. Está destruyendo el Israel que me gusta: el país abierto, liberal y creativo. Se ha aliado con los peores elementos de la sociedad, como los ultraortodoxos, en torno al dinero, la religión y la corrupción. Ha pactado con la extrema derecha para salvar su pellejo. Pero no debemos rendirnos. No hay que olvidar que no todos los israelíes votan por él.P. El 70% no lo apoya, según un sondeo reciente.R. Yo digo a los españoles que no olviden su historia. España necesitó la empatía del mundo durante su dictadura. Si no se hubiera mantenido la memoria de que su país podía volver a ser una democracia, quizá no hubiera salido de ese abismo. Es lo que ahora necesita Israel.P. Si las tesis de la extrema derecha ganan terreno en todo el mundo y seducen incluso a los jóvenes, ¿qué esperanza queda?R. A veces, la gente solo aprende cuando la situación es extremadamente grave. Como decía, soy veterano de la guerra de Yom Kipur. Durante décadas fue la mayor tragedia israelí, comparable ahora con el 7 de octubre. Fue terrible, murieron amigos de ambos lados. Pero también trajo los primeros acuerdos de paz. Otro ejemplo: la Segunda Guerra Mundial, con todo su horror, permitió la construcción de Europa. Esa es la lección fundamental que debemos recordar.


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