El creador de las terapias CAR-T, Carl H. June (Nueva York, 72 años), cree que vivimos un proceso de cambio en la medicina que dará lugar a una basada en terapias genéticas personalizadas para curar desde la diabetes hasta infecciones crónicas o enfermedades autoinmunes. Algunos de estos logros están relativamente cerca, pero probablemente quedan décadas para generalizarlos, incluso en cáncer, que es el ámbito en el que han comenzado a funcionar modificando genéticamente las células T del sistema inmune del paciente para luego infundírselas de nuevo y que luchen desde dentro contra el tumor. El ganador del Premio Internacional de Ciencias Médicas Doctor Juan Abarca, Abarca Prize, del año pasado, en reconocimiento por su “investigación y desarrollo pionero de una estrategia revolucionaria para tratar los cánceres de la sangre basada en la ingeniería celular”, atiende a EL PAÍS desde Pensilvania (Estados Unidos) por videoconferencia.Pregunta. Los CAR-T funcionan en los cánceres de la sangre, ¿cuáles son los obstáculos para extender su éxito a los tumores sólidos?Respuesta. En 2024 ha habido muchos avances en tumores sólidos. El más destacado fue en el cáncer cerebral. Tres grupos en Estados Unidos informaron sobre adultos con glioblastoma refractario, que es el cáncer cerebral más común en adultos. Nosotros hicimos el primer ensayo en 2015, y este es ya el tercero. En los dos primeros no obtuvimos ninguna respuesta. En esos ensayos, lo que hacíamos era infundir las células en la sangre, como una transfusión. Pero ahora, los tres grupos que mencioné administran las células directamente en el cerebro a través de un catéter que coloca el neurocirujano. También hemos introducido otras mejoras en las células CAR, por ejemplo, el doble direccionamiento, es decir, que atacan simultáneamente a dos moléculas tumorales en lugar de una sola, como hacíamos antes, lo que reduce la posibilidad de que el tumor escape. Si solo un centro hubiera tenido resultados positivos, podríamos pensar que fue suerte, pero el hecho de que los tres hayan conseguido algo indica que es un buen avance para el campo. Además, ha habido avances muy importantes en tumores cerebrales pediátricos. Actualmente, hay más de mil ensayos en el mundo con células CAR-T, y en modelos preclínicos con ratones se están probando nuevas variantes de estas células en prácticamente todos los tipos de cáncer que se puedan imaginar. La verdadera cuestión es cuánto tiempo llevará realizar estos ensayos en fases tempranas con pacientes, para que podamos contar con terapias CAR-T en casi todas las áreas.P. Un oncólogo me dijo que seguimos tratando la mayoría de los cánceres con terapias del siglo XX, refiriéndose a la quimio y la radioterapia. ¿Cuándo ocurrirá este cambio que menciona, quizás en 20 o 30 años?R. Yo creo que en menos de una década vamos a tener células CAR-T para el cáncer cerebral. Cuando estuve en España el año pasado, establecimos una colaboración entre mi grupo, la universidad y los hospitales HM en Madrid. Ellos tienen tecnologías muy especializadas que permiten, por ejemplo, atravesar la barrera hematoencefálica —que impide el paso de muchas terapias al cerebro— y eso parece muy prometedor para combinarlo con las CAR-T. Soy optimista. Como ha dicho usted, la cuestión principal es que no sabemos cuánto tiempo llevará.P. Los tratamientos innovadores como las CAR-T se usan hoy sobre todo como segunda o tercera línea, cuando han fallado otros. ¿Cuándo cree que podríamos empezar a verlos como tratamientos de primera línea?R. Nuestros primeros pacientes llegaron cuando ya no había otra opción, era la última opción de tratamiento. Ahora están empezando a usarse en segunda línea. Creo que el primer lugar donde se usarán como primera línea será en niños, porque los efectos secundarios a largo plazo de la quimioterapia son más graves que en adultos. Muchos de ellos, 20 años después, sufren complicaciones secundarias como otros tipos de cáncer, daño cardíaco, y también afecta a su desarrollo físico y mental: su crecimiento se ralentiza y su cociente intelectual es menor que si no hubieran recibido quimioterapia o radioterapia. Por eso ya hay ensayos clínicos en niños con leucemia para administrar células CAR-T desde el principio y evitar tener que pasar por años de tratamiento.P. Para llegar a eso hay que salvar también una barrera económica, ahora los CAR-T son muy caros.R. Sí, es cierto, pero hay un dicho en inglés: death by a thousand cuts [muerte por mil cortes]. La terapia que usamos, por ejemplo, para la leucemia, con tres años de quimioterapia, todas las visitas al hospital y el tiempo en que los padres no pueden trabajar… todo eso acaba costando un millón de dólares. En España, además, tenéis un sistema muy eficiente para administrar células CAR-T producidas en centros académicos, y eso abarata mucho los costes. Recuerdo cuando salieron los primeros teléfonos móviles: solo los ricos podían tener uno. Y ahora son mucho más baratos y también mucho mejores. Creo que lo mismo está ocurriendo con las terapias celulares: hay mucho trabajo para reducir su precio y democratizarlas, no solo para países ricos. Pero sí, sigue siendo un gran problema. Prácticamente no hay terapias CAR-T en el hemisferio sur, salvo en Australia. Tienen que abaratarse.P. Con los CAR-T también puede haber riesgos. ¿Qué efectos secundarios están observando?R. Las primeras células CAR-T se administraron en pacientes con sida, con infección por VIH. Eso fue algo que empezamos a hacer en 1997. Y ahora ya han pasado casi 20 años desde que esos pacientes recibieron las células, y algunos de ellos todavía las tienen en su organismo, sin haber tenido efectos secundarios. Los hay de dos tipos. Los primeros ocurren en las dos semanas posteriores a la infusión: síndrome de liberación de citocinas y, en un subconjunto de pacientes, efectos neurológicos en el sistema nervioso central. Es reversible, y los médicos ya saben cómo manejarlo eficazmente. Luego están los efectos a largo plazo, relacionados con las células modificadas genéticamente que permanecen en el organismo. Aún es demasiado pronto para conocer el riesgo a largo plazo. Pero, de momento, todos los expertos coinciden en que los riesgos de las CAR-T son mucho menores que los de la quimio o la radioterapia.P. Más allá del cáncer, también se está explorando el uso de CAR-T en otras enfermedades, por ejemplo las autoinmunes.R. Sí, ha sido un hallazgo asombroso. Comenzó en Alemania, en un ensayo académico. Utilizaron el mismo CAR que desarrollamos para la leucemia y trataron a una paciente de 18 años con lupus muy refractario. Estaba tomando muchos fármacos debido a los efectos secundarios de la enfermedad autoinmune. Y entró en remisión completa. Hay más de 80 ensayos clínicos en marcha utilizando CAR-T para muchas enfermedades autoinmunes: lupus, miositis, esclerodermia, esclerosis múltiple… muchas. Y estoy bastante seguro de que veremos la aprobación de esta terapia por parte de la Agencia del Medicamento en Estados Unidos en dos o tres años. La primera aplicación ha sido el cáncer, pero va a extenderse a muchas otras: medicina regenerativa, infecciones crónicas como el VIH, y enfermedades autoinmunes. Incluso cosas como la diabetes. Será posible que las personas no tengan que tomar insulina, gracias a nuevas células que la produzcan —las células de los islotes pancreáticos— protegidas por células como las CAR-T, que evitarán que el sistema inmune del cuerpo las destruya de nuevo.P. ¿Veremos una medicina basada en CAR-T en el futuro?R. Sí, sí, sin duda. Es todo un nuevo paradigma. El siguiente gran avance en medicina son las terapias celulares. Es un momento muy emocionante.P. ¿Aún existen barreras regulatorias para desarrollar las CAR-T?R. Sí, es lento. Probablemente ese sea el mayor obstáculo. Como es una tecnología nueva, las autoridades sanitarias tienden a ser más conservadoras. Por eso, en China y en Australia se obtienen aprobaciones mucho más rápido que en Estados Unidos. Y creo que en Europa también ocurre algo parecido.P. ¿Cree que el regreso de Trump al poder supondría una amenaza para el progreso científico en su país?R. Desgraciadamente, sí. Aún es pronto para saberlo con certeza —han pasado apenas 90 días—, pero lo cierto es que ya se han producido recortes muy rápidos en la investigación científica, especialmente en el área de las vacunas. Y necesitamos nuevas vacunas. Ahora mismo hay una epidemia de sarampión en Estados Unidos, algo que se previene fácilmente. Y, sin embargo, prácticamente toda la investigación en este campo se ha detenido.P. ¿Usted participa en terapias o experimentos que podrían verse afectados por estas políticas?R. Sí. Aquí, donde trabajo, desarrollamos vacunas basadas en ARN. Ahora hemos adaptado esa tecnología para fabricar células CAR-T, y algunos de esos ensayos clínicos han sido detenidos por la administración Trump. Espero que sea algo transitorio.P. ¿Esa congelación de fondos puede retrasar avances médicos durante años?R. Creo que ese riesgo es muy real. Y uno de los grandes errores de la ciencia es que no ha hecho lo suficiente para educar al público para que entienda que hoy vivimos mucho más y con mejor salud gracias a la investigación científica de los últimos 100 años.P. Después de la pandemia de la covid, ¿cree que en este aspecto estamos mejor o peor que hace seis años?R. Desgraciadamente, no estamos mejor. Tenemos el caso de Robert F. Kennedy Jr., que ahora está al frente de todo nuestro sistema de salud. Él sostiene que las vacunas provocan autismo, algo que ha sido demostrado falso. Cree que las vacunas no son seguras. Así que, en realidad, estamos peor que antes de la covid.
Carl H. June, creador de las terapias CAR-T: “La medicina genética del futuro podrá tratar desde la diabetes hasta infecciones crónicas” | Sociedad
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