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Cuando Dire Straits arrasaron en el mundo y terminaron en España: anatomía de un grupo devorado por el éxito | ICON

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“He oído que Dire Straits y Chris Rea se van a juntar. ¿Sabes cómo se va a llamar la banda? ¡Dire Rea!”. El chiste se entiende cuando ese dire rea se pasa al inglés y suena igual a diarrea. Se viralizó en la red hace unos pocos años y es indicativo del desprestigio o la mofa que despierta en la actualidad, para muchos, la banda de Mark Knopfler (porque de Rea, autor de On The Beach, aquí ni siquiera se acuerda casi nadie). Aunque otras tendencias de los ochenta han sido recuperadas o reivindicadas, parece haber todavía cierta resistencia a dignificar a una banda que, desde los noventa, pasó a convertirse en epítome de un rock exhibicionista y una estética terrible. Sin embargo, hace 40 años, Dire Straits era el grupo de rock más popular del mundo.“En aquel momento era una presencia de la que resultaba difícil escapar, daba la sensación de que le gustaban a todo el mundo”, recuerda el periodista musical César Luquero, actual redactor jefe de Rockdelux. “Tenía amigos bastante flipados con ellos que te explicaban que Mark Knopfler tocaba sin púa y todo eso. Era un héroe de la guitarra, atípico si se quiere, pero héroe al fin y al cabo. Escuchabas las canciones en la radio, las tocaban en las fiestas del pueblo, en algunos bares las ponían y eran un gusto compartido del momento junto a otros grupos y artistas sobre los que parecía que había consenso, como Bruce Springsteen, U2, Queen o Police”.De Montserrat a la gloriaCuando comenzaron a grabar Brothers In Arms, Dire Straits ya eran un grupo muy popular a nivel global. De hecho, lo fue automáticamente desde 1978, cuando se dio a conocer con su canción Sultans Of Swing. La banda nació en la misma época que la explosión punk, pero se situó siempre al margen de aquel movimiento que, en realidad, tuvo influencia a otros niveles, pero no en ventas. Los grupos de rock que realmente arrasaron en aquella época eran Eagles, Fleetwood Mac, Boston, Meat Loaf y otras formaciones norteamericanas de tinte clásico. Mark Knopfler, líder indiscutible de Dire Straits, también apostó por aquel tipo de clasicismo, con una vocación más adulta. No había rebelión juvenil en él, ni falta que le hacía. Y, por edad, tampoco le correspondía: tenía ya 28 años cuando formó la banda.Mark Knopfler durante la gira ‘Brothers In Arms’ en Londres en 1985.Pete Still (Redferns)Sus cuatro primeros álbumes fueron éxitos de ventas y críticas, en un proceso culminado en 1984 por el disco en directo Alchemy. En aquella época, el músico escocés se convirtió también en un cotizado compositor de bandas sonoras y productor, que trabajó para su admirado Bob Dylan en Infidels pero también para bandas de pedigrí alternativo como Aztec Camera. Sin embargo, el gran bombazo fue Private Dancer, el tema que compuso para Tina Turner y que se incluyó en el disco del mismo nombre que resucitó la carrera de la cantante. Es en ese momento, en el que todo lo que tocaba Mark Knopfler parecía convertirse en oro, cuando el grupo se encerró en los estudios del productor George Martin en la isla caribeña de Montserrat para grabar el que iba a ser su primer álbum en tres años.Precedido por el single So Far Away, que vio la luz un mes antes, Brothers In Arms llegó a las tiendas el 17 de mayo de 1985 y se convirtió en un superventas inmediato que terminaría por despachar 30 millones de copias. Fue el disco más vendido de la década de los ochenta en el Reino Unido, en Australia se mantuvo en el número 1 durante 34 semanas y batió récords de permanencia en las listas (más de 1.100 semanas sin salir del top 50 en su país). Fueron el segundo y tercer sencillos (Money For Nothing y Walk Of Life) los principales responsables del fervor popular. El tercero de ellos, con una melodía increíblemente pegadiza, tenía un aire a Glory Days, de Bruce Springsteen (su mayor rival en el rock de estadios y radiofórmulas aquel verano).En cuanto al segundo, obviando la polémica por el lenguaje utilizado, se benefició con mucha inteligencia de aquello de lo que hacía presunta mofa. Escrita desde la observación, se inspiraba en los diálogos de dos empleados de una tienda de electrodomésticos en la que Knopfler había entrado. Al ver un videoclip en los televisores, uno de ellos, frustrado. le decía al otro: “Ahora mira a esos idiotas/ Así es como se hace/ Tocas la guitarra en la MTV/ Esto no funciona, así es como se hace/ Dinero a cambio de nada y pibas gratis”. Acierto de Money For Nothing, además de su riff de guitarra y su melodía igualmente contagiosa, fue la aparición vocal de Sting para burlarse de la burla. El líder de Police terminaba cantando una línea de su tema Don’t Stand So Close To Me, pero lo cambiaba por “I want my MTV”. Lo quería y lo consiguió, porque el video no cesó de sonar en la entonces incipiente cadena musical. No solo eso: cuando se inauguró MTV Europa, el 1 de agosto de 1987, ese fue el primer clip que emitieron.Pero, detrás del vacile, en la cara B se ocultaba un álbum melancólico de espíritu antibelicista. El tema que titulaba y cerraba el disco, y que se publicó como cuarto sencillo, lo compuso Knopfler durante la Guerra de las Malvinas, en 1982, y se narra desde el punto de vista de un soldado que está a punto de morir en el campo de batalla. Su impacto ha sido tan grande que es una de las canciones que más suenan en los funerales militares, y en 2007, coincidiendo con el 25 aniversario de la contienda entre Reino Unido y Argentina, el músico la regrabó con el fin de recaudar fondos para los veteranos de aquella guerra.No fue la única. En The Man’s Too Strong se ponía en la piel de un criminal de guerra que está alcanzando la senectud. Según el propio Knopfler (hijo de un húngaro judío que se exilió en Escocia durante el nazismo), la canción “es un estudio sobre la culpa, el odio y el miedo. Ride Across The River, otro de los temas, está narrado, de modo más cínico, desde las voces de dos soldados: uno se autoconsidera un luchador por la libertad, defendiendo un ideal de justicia; mientras que el otro es un mercenario a quien no le importa a quién va a matar ni para beneficio de quién; y termina siendo una refutación a las guerras en cualquier lugar y cualquier tiempo. Pero ese subtexto quedó un tanto más oculto en beneficio de la cara A y su festivo asalto a la gloria del rock de estadios.La gira de Brothers In Arms, de hecho, batió también todo tipo de récords. Arrancó en la ciudad de Split (entonces perteneciente a Yugoslavia) el 25 de abril de 1985, semanas antes de la publicación del álbum, y constó de 248 conciertos en 118 ciudades de 23 países. En Sídney, Australia, todavía mantienen el récord de más conciertos consecutivos (actuaron 21 noches como final de gira) y en Londres hicieron un alto en sus 13 noches en el Wembley Arena para participar en el macrofestival Live Aid. En total, vendieron más de dos millones y medio de entradas, aunque su visita a España no se recuerda de un modo tan rutilante. La banda pasó el 1 de junio del 85 por Bilbao (Plaza de Toros Vista Alegre), el 3 por Madrid (Estadio Román Valero), y el 5 y 6 por Barcelona (Velòdrom d’Horta), pero las críticas, como esta de Santiago Alcanda en EL PAÍS, mostraban cierta frialdad ante la excesiva corrección/perfección y falta de capacidad de sorpresa por parte del grupo, al tiempo que lamentaban la falta de profesionalidad con que se organizaban todavía los grandes conciertos en nuestro país por aquel entonces.El disco que propulsó la era del CDLa verdadera gran paradoja en la carrera de Dire Straits es que, en los ochenta, eran uno de los grupos que representaban la autenticidad rock frente a la supuesta artificialidad del tecnopop, pero a la vez fueron hábiles pioneros en la utilización de las nuevas tecnologías en la industria discográfica. Probablemente la mayor relevancia de Brothers In Arms radica en que fue el primer compact disc de pop-rock comercializado masivamente. Se grabó de forma completamente digital y la compañía Philips lo utilizó en las tiendas de alta fidelidad como CD de prueba para demostrar cómo sonaba el nuevo formato. Musicalmente, también se adaptó a su duración. Si el disco de vinilo duraba alrededor de 46 minutos, el compacto incluía versiones algo más extensas de la mayoría de las canciones, hasta sobrepasar los 55 minutos en total. Fue el primer CD que superó el millón de copias vendidas (al doble de precio que el LP, por aquel entonces), y Brothers In Arms (la canción), el primer CD-single que salió al mercado. No fue tanto una imposición de su discográfica como una idea compartida con el propio Knopfler, obsesionado por conseguir un sonido de mayor calidad, más limpio y perfecto.Mark Knopfler durante un concierto en abril de 1984.Christian Rose (Christian Rose)Para celebrar el 40 aniversario del disco, la discográfica Universal ha redoblado su apuesta anunciando una reedición especial en varios formatos: vinilo LP, edición cinco elepés deluxe y 3 cedés deluxe, añadiendo la grabación completa del concierto que la banda ofreció en San Antonio (EE UU). César Luquero sostiene que es un álbum que aguanta bien el paso del tiempo. “Al fin y al cabo es un grupo de tradición pub-rockera que optó por mantener un sonido clásico incluso en los atroces años ochenta y creo que eso permite escuchar los discos hoy sin que nos dé dentera y apreciar que, pese a lo convencionales que pueden sonar, se han conservado bien. Hacían música muy accesible, diría que con cierta pátina de distinción, incluso. Es un grupo viejoven por definición y desde el principio, así que no envejece mal, solo se añeja”.Más dura será la caídaDire Straits estaban en la cima del mundo en abril de 1986, cuando su gira finalizó, pero también agobiados y extenuados. Tras una actuación especial con Eric Clapton integrado como guitarra rítmica, en el concierto de celebración del 70 cumpleaños de Nelson Mandela en Wembley, Mark Knopfler anunció la disolución de Dire Straits en septiembre de 1988. “Muchos medios decían que éramos la banda más grande del mundo. En aquel entonces, no se hacía hincapié en la música, sino en la popularidad. Yo necesitaba un descanso”, declaró Knopfler a Rolling Stone. Es cierto que la suya no era una banda proclive a jugar a la celebridad: no se les conocen cotilleos sobre sexo o drogas y es razonable pensar que se sintiesen incómodos despertando tanta atención. “El éxito es genial, pero la fama es algo que realmente no quieres. Me lo pasé muy bien mientras duró, hasta que se hizo tan grande que duplicamos el equipo que llevábamos de gira, y ya no sabía los nombres de todos los roadies”, declararía Knopfler años después. En una entrevista concedida en 2024 a EL PAÍS, el músico explicó: “Yo estaba acostumbrado a observar el mundo y escribir sobre las cosas que me llamaban la atención. Y, de repente, tienes la impresión de que es el mundo el que te observa a ti”.Mark Knopfler durante un partido de fútbol en Newcastle en 2024.Alex Dodd – CameraSport (CameraSport via Getty Images)Pese a todo esto, en 1991, Dire Straits lo intentaron de nuevo. Grabaron un sexto álbum, On Every Street, y emprendieron una gira mundial aún más ambiciosa que la anterior, con 216 conciertos, pero en recintos más grandes, a la que acudieron 7 millones de personas. Vendieron alrededor de 8 millones de discos, cifra nada despreciable, pero flotaba la sensación de que el grupo ya había perdido el pulso de su tiempo. “On Every Street salió en septiembre de 1991, casi al mismo tiempo que Nevermind de Nirvana, Ten de Pearl Jam, Blood Sugar Sex Magik de Red Hot Chili Peppers, Bandwagonesque de Teenage Fanclub, el Black Album de Metallica o el último disco bueno de los Pixies, Trompe Le Monde, solo por citar algunos”, recuerda César Luquero. “Ese año se publicaron también algunas obras maestras de la era dorada del hip hop. Había mucha competencia en la zona juvenil del mercado, creo que se estaba por otra cosa ya. Además, el disco era un tocho, en mi opinión, con menos chispa y con bastante relleno. Como en el CD cabía más información, algunos discos se alargaban demasiado en esa época, así que, quizá lo que les ayudó con Brothers In Arms, aquí jugó en su contra. No pudo superar al anterior ni mantener al grupo unido, porque para entonces Mark Knopfler ya había establecido una trayectoria haciendo bandas sonoras. También había grabado un disco roots con el grupo paralelo The Notting Hillbillies y otro con su héroe Chet Atkins y, según lo visto, no echaba de menos liderar un grupo que se había vuelto así de gigante”, recuerda el periodista.“La última gira fue un desastre absoluto. Cualquiera que fuera el espíritu de la época del que habíamos formado parte, había pasado”, declaró el mánager del grupo, Ed Bicknell, a la revista Classic Rock, mientras que el bajista, John Illsley, añadió que “las relaciones personales estaban en crisis y eso supuso una tensión terrible para todos, tanto emocional como físicamente. Nos cambió”. Los últimos conciertos en la carrera de Dire Straits se celebraron, por cierto, en España: el 2, 3 y 4 de octubre de 1992 en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el 6 y el 7 en la Plaza de Toros de Las Ventas, en Madrid, y el final, el día 9 en el Estadio de La Romareda de Zaragoza. Allí colgaron las botas y no volvieron más. Desde entonces, hay constancia de que el grupo ha recibido jugosas ofertas para reunirse, pero Mark Knopfler siempre ha zanjado el tema dejando claro que eso nunca sucederá.


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