¿Cuánto valen las obras del Museo del Prado? Imposible dar una cifra. Pero en su época sí la tuvieron. Esta historia de pintura, ambiciones y dinero comienza con la decapitación en 1649, de Carlos I, rey de Inglaterra, y termina con nada menos que 5.539 cuadros repartidos por 12 reales sitios españoles. Su muerte facilitó que se dispersaran también las colecciones del conde de Arundel, el conde de Hamilton, y los herederos de George Villiers, duque de Buckingham. De repente, el mercado estaba lleno de obras increíbles. Hoy parece raro, pero las compras más importantes se hacían sin que las viese el futuro dueño. Los viajes al extranjero eran lentos y peligrosos y una ausencia prolongada era una oportunidad franca para unas cortes plagadas de rivales e intrigas. Hacían falta agentes, sagaces, sobre el terreno. Mandaba la discreción. España —en la época de Felipe IV— tuvo una fortuna inmensa. Con acierto envió a Alonso de Cárdenas en calidad de agente residente a Inglaterra en 1635. Carlos I, bastante torpe para reconocer la pericia de las personas, dijo de él que era “necio, ignorante y excéntrico”. Erró en todo. Su decapitación fue el principio del verdadero festín. Las compras no las pagaba Cárdenas sino su ministro Luis de Haro. El desguace de las colecciones inglesas era la oportunidad del siglo. Sobre todo las del Parlamento británico que servían para zanjar sus deudas con los trabajadores.Por entonces, la obra más valiosa, acorde con el historiador del arte Jonathan Brown (1939-2022), según su monografía, El triunfo de la pintura (Editorial, Nerea) era la Sagrada Familia, llamada La Perla, porque se consideraba la perla de la colección. Estaba tasada en 2.500 libras. Haro se haría con ella por unos 4.000 escudos, que serían unos 720.000 euros en la actualidad. Aunque la cifra exacta no se conoce. Hoy deslumbra en El Prado. Tiziano, que estaba considerado el mejor pintor de la época, tuvo, a su vez, su espacio. La alocución del marqués del Vasto (400 libras) y Carlos V con su perro (150 libras). También el deslumbrante Andrea del Sarto, con su Escena Mística (300 libras). Aunque la compra más costosa de 1649 fue la serie de nueve tapices con los Hechos de los Apóstoles de Rafael sobre cartones, tejidos en oro y seda, por los que Cárdenas pagó, con infinita discreción: 3.599 libras, unos 719.800 euros en la actualidad. La mayoría de las obras compradas por Cárdenas en 1650 procedían de dos vendedores. El sargento mayor Robert Gravener se desprendió de una joya, Moisés salvado de las aguas del Veronés, junto con otra atribuida a Caravaggio y dos bronces de Francesco Fanelli, que costaron solo 7 libras, 7 chelines y 10 peniques cada una. Y el pintor Remigius van Leemput le vendió otra veintena de piezas a precios de saldo. Un año más tarde, exhausto, Haro (convertido ya en embajador), solicitó volver a Madrid. Llevaba 13 años comprando para Felipe IV. Sin embargo, algo sucedió.El Parlamento sacó 684 obras para pagar los salarios atrasados. Cárdenas accedió al cielo de los coleccionistas. No solo por la calidad de las piezas sino porque no tenía competidores. Astuto. Sólo en contadas ocasiones pagó el valor de tasación. El Lavatorio de Tintoretto tasado en 300 libras se fue por 325, La educación de Cupido de Correggio costó 400 libras y en 1652 cerró dos espléndidos retratos de Alberto Durero por 75 libras cuando le pedían 100. Tuvo margen, además, de adquirir la Alegoría de la paz y la guerra de Rubens por 137 libras, (hoy en la National Gallery de Londres). Pero también erraba. “Éste [La muerte de la Virgen, de Caravaggio, hoy en el Louvre] se tiene por buen cuadro, pero no parece estar bien acabado por ser para lejos”. Hay que entender que el genio lombardo era arte contemporáneo en aquellos días. Pero los precios eran de saldo.Tanta suerte no iba a durar. En 1652 el cardenal francés Mazarino, coleccionista apasionado, entró en la partida con su agente, Antoine de Bordeaux. Cárdenas había comprado mucho, pero no todo. Aun así, frente al duro purpurado, se hizo con La Virgen de la Rosa (Rafael) por 500 libras y por unas 105 sumó La muerte de la Virgen y La Virgen con el niño y santos. Ambos de Andrea Mantegna. Era 1653 y el mercado parecía agotado.Felipe IV fue el primer gran coleccionista como lo entendemos hoy. Hizo crecer la colección de Carlos V a niveles increíbles. Hasta la muerte del último Habsburgo, Carlos II, durante 1700, no se compiló el alcance del tesoro. Los 12 sitios albergaban 5.569 cuadros, de los que unos 3.000 se pueden atribuir a Felipe IV. Pese a todo, ni el coleccionismo ni la pintura lavan los pecados de la vida de un rey. Cuando Velázquez, su pintor real y su amigo, quien tenía un sueldo asignado, nada menos, según Chad M.Gasta, hispanista de la Universidad de Delaware (Estados Unidos), de 5.000 ducados anuales, se muere en 1660, deja a su familia una elevada deuda de 3.225 ducados. Quizá fuese siempre su soberano y menos veces un amigo. Un ‘rafael’ de 14 kilos de oroEn 1661 Felipe IV adquirió una obra de Rafael por un precio que en aquellos años sonaba increíble. Era la Caída en el camino del calvario, llamada el Pasmo de Sicilia, porque llegaba del convento (inacabado) siciliano de Palermo de Santa Maria dello Spasimo (Nuestra señora de las Angustias). El acuerdo resultaba sencillo. Los monjes querían cambiarlo por una renta. El Consejo de Italia examinó la petición y le dio el visto bueno. El 15 de octubre de ese año, el rey firmó que se le asignara al convento una renta perpetua por la enorme cantidad de 4.000 ducados de oro (equivaldría a 14 kilos del dorado metal actuales, unos 750.000 euros, aunque el poder de compra de esos ducados hace cuatro siglos sería impresionante), y con 500 ducados más para el prior que trajo la obra a España. Dada la flaqueza de las arcas reales resulta imposible pensar que el soberano cumpliese el trato. Quizá para darle más áurea mística, el historiador Giorgio Vasari cuenta en Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (Le vite de’ più eccellenti pittori, scultori, e architettori, Florencia, 1550) cómo estuvo a punto de perderse debido al naufragio del navío que lo transportaba de Génova a Sicilia. De forma milagrosa, la caja donde iba el entonces óleo sobre madera —en el siglo XIX se pasaría a lienzo— sobrevivió flotando. Eso escribió Vasari y aumentó la leyenda de uno de los pintores más excelentes de la historia.La protección económica de los escudos4.000 escudos españoles del siglo XVIILos escudos eran monedas de oro muy valoradas en su época. Cada escudo contenía aproximadamente 3,3 gramos de oro. Considerando el precio actual del oro (aproximadamente 54,54 € por gramo para oro de 22 quilates), el valor de un escudo sería de unos 180 euros, por lo que 4.000 escudos serían 720.000 euros. Este cálculo es solo por el valor del oro. Si se tratara de escudos raros o bien conservados, su valor numismático podría elevarse a varios miles de euros por unidad.
3.599 libras esterlinas del siglo XVII
Según estimaciones basadas en inflación histórica, 1 libra esterlina de 1661 podría equivaler hoy a aproximadamente 200 euros, aunque esta cifra varía según el método de cálculo y el contexto económico. Por lo que 3.599 libras serían en la actualidad unos 719.800 euros. Este cálculo se basa en el poder adquisitivo estimado y no en el valor del metal o numismático.
Fuente: Analistas Financieros Internacionales (AFI). David Cano, con elaboración de comparadores y cálculos propios.
El precio de los ‘tesoros’ del Prado | Fortuna
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