
-Hola, abre… Soy yo.-¿Quién?-Yo.Uno llama así al interfono de casa solo cuando es verdaderamente su casa. Cuando el timbre de voz, la entonación y el sentido de propiedad van más allá de un mero código de acceso. Ese yo es un sentimiento, representa la idea de familia. Yo, eso pensamos todos, solo hay uno. También quien termina abriendo la puerta al otro lado del telefonillo. Así fue como debió entrar anoche Messi en la suya, en el nuevo Camp Nou. En el recuerdo y las emociones de la hinchada culé. En lo más profundo del hipocampo del barcelonismo, ese agujero negro lleno de recuerdos incómodos.No hay una imagen más poderosa que el hijo pródigo regresando al hogar. Y haciéndolo, al mismo tiempo, cuando sus actuales inquilinos están fuera. Como esas películas en las que alguien entra, se fuma un cigarrillo en tu salón y se marcha dejando la colilla humeante en el cenicero. Como diciendo, chaval, entro aquí cuando me dé la gana, cuidado, porque no es solo tu casa. También es la mía.Más informaciónMessi volvió al hogar el domingo por la noche. La cara de los empleados que le dejaron pasar debía ser un poema. También la de esos trabajadores que viven en el nuevo Camp Nou dejándose la salud a golpe de incumplir plazos. Y lo más fascinante es que Messi decidió regresar justo cuando Joan Laporta, el presidente que lo echó del club, se encontraba fuera, en Vigo, asistiendo a un hat trick de Lewandowsky, el fantástico jugador que negoció con su amigo Pini Zahavi con el dinero que se ahorró del argentino la temporada anterior. Y Messi, tan sobrado como cuando trotaba por el campo a punto de liquidar a medio equipo rival con solo amagar un cambio de ritmo, dejó escrita una declaración de amor a los aficionados. Pero también una propuesta. Quién sabe si parte de un programa electoral. Los culés han vivido en la negación, en la incapacidad de aceptar la ausencia todo este tiempo. En un prolongado estrés postraumático, esos en los que, a veces, al damnificado le entra una risa nerviosa ante el finado, como si no hubiera para tanto. Se fue de mala forma, ninguneado. Y el golpe fue tan duro que durante 1559 días la hinchada ha atravesado una especie de ensoñación. Sin un funeral, es imposible despedir a los que se van. Y ahora aparece él y no propone una ceremonia, sino regresar. ¿En calidad de qué? ¿Un último baile con Flick? ¿Apoyar a Víctor Font en las próximas elecciones?Messi no se va a ir por la puerta de atrás, como lo hicieron tantos ídolos del Barça antes. El argentino es un tipo discreto, reservado y poco dado a la filigrana. Jamás humillaba a sus marcadores o rivales, a menos que hubiera recibido algún tipo de ofensa o una patada. Tuvieron que cabrearle mucho para entrar en el Camp Nou de noche, sin avisar, solo para evitar intermediarios en el mensaje que se disponía a lanzar. Decirle al barcelonismo que lo extraña sin necesidad de que nadie anuncie su presencia o tenga que pronunciar su nombre al llamar.
Hola, abre, soy yo | Deportes
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