La conocida en el argot popular como barriga cervecera, asociada culturalmente a la estabilidad y la felicidad –ya que suele aparecer en los hombres a partir de los 35-40 años, cuando en muchos casos ya viven en pareja, tienen hijos y la vida más o menos encarrilada–, tiene en realidad poco de feliz y mucho de preocupante. Así lo ha demostrado un estudio reciente, presentado en el marco del último congreso de la Radiological Society of North America (RSNA), que ha asociado la acumulación de grasa abdominal con modificaciones “peligrosas” en la estructura del corazón que van más allá de los atribuibles a un Índice de Masa Corporal (IMC) alto y que incrementan el riesgo de desarrollo de problemas cardiovasculares. Los investigadores analizaron imágenes de resonancia magnética cardiovascular de más de 2.200 adultos de entre 46 y 78 años sin enfermedad cardiovascular conocida. Lo que observaron es que, aquellos que tenían un índice de cintura-cadera elevado, mostraban en las resonancias signos de hipertrofia concéntrica, una remodelación del corazón por la que el músculo cardíaco se engrosa sin que el tamaño total del corazón aumente, lo que da como resultado que circule menos sangre de la que el cuerpo necesita. Más información“Que la obesidad abdominal es mucho más específica que la obesidad en general para predecir la enfermedad cardiovascular es algo que ya sabemos desde hace tiempo. Lo que aporta este estudio liderado por radiólogos es que, gracias a la resonancia magnética, puede demostrar cambios sutiles a nivel de hipertrofia en el corazón antes incluso de que se haya manifestado la enfermedad cardiovascular”, señala Ignacio Fernández Lozano, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Según los resultados del estudio, esta relación de la grasa abdominal con los cambios en la estructura del corazón se observa con mayor claridad en los hombres que en las mujeres. Esta diferencia, según señala Jennifer Erley, radióloga del Centro Médico Universitario de Hamburgo-Eppendorf (Alemania) y autora principal del estudio, se explicaría porque los hombres son más propensos a sufrir obesidad abdominal a una edad más temprana debido a los efectos protectores que el estrógeno aporta a las mujeres antes de la menopausia. “Por lo tanto, los hombres están expuestos a la grasa visceral proinflamatoria durante más tiempo que las mujeres, lo que podría ser una explicación de los hallazgos del estudio”, añade la investigadora. “Los hombres y las mujeres premenopáusicas acumulamos grasa en sitios diferentes. Ellas, típicamente, en las caderas, y nosotros en el abdomen”, apunta Manuel Landecho, especialista en Medicina Interna de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) centrado en riesgo cardiovascular, obesidad y promoción de la salud. Esta diferente localización de la acumulación de grasa explicaría también, según Landecho, por qué los hombres presentan más riesgos de salud cardiovascular. “No es lo mismo que la grasa libere sus mediadores desde la cintura pélvica hacia la circulación general y que, de alguna manera, se diluya dentro del torrente circulatorio; que el hecho de que la grasa abdominal, lo haga desde el compartimento visceral con mayor efecto proinflamatorio sobre el hígado, riñones, páncreas…. Por ahí tiene una repercusión mucho más importante sobre la salud, fundamentalmente cardiovascular, pero también sobre el cáncer”, reflexiona. El IMC es insuficiente para evaluar el riesgo cardiovascular asociado a obesidad Del estudio presentado durante el congreso de la sociedad americana de radiología se puede destacar otro dato. Cuando se tuvo en cuenta el IMC de los más de 2.000 participantes, el 69% de los hombres y el 56% de las mujeres presentaron sobrepeso u obesidad. Sin embargo, cuando lo que se tuvo en cuenta fue el Índice Cintura-Cadera (ICC), ese porcentaje se disparó hasta el 91% en el caso de los hombres y hasta el 64% en las mujeres. En la actualidad el IMC, un índice que se calcula a partir del peso y la altura de una persona, sigue siendo una herramienta muy utilizada para determinar la obesidad. En concreto, un IMC entre 25 y 29,9 se asociaría con sobrepeso, mientras que un IMC por encima de 30 correspondería a un diagnóstico de obesidad. Sin embargo, para Jennifer Erley el IMC no es el mejor índice para medir la obesidad porque no tiene en cuenta las diferencias en la distribución de la grasa y clasifica erróneamente como “obesas” a las personas altas y también a las muy musculosas. “Sin embargo, las personas que acumulan grasa visceral y que al mismo tiempo experimentan pérdida de masa muscular debido a la falta de ejercicio serán clasificadas como de “peso normal” usando el IMC durante mucho tiempo, probablemente demasiado”, sostiene. En ese sentido, un estudio reciente publicado en The Lancet, ha concluido que la relación cintura-altura supera al IMC en la predicción del riesgo de enfermedad cardíaca, algo especialmente importante en personas con un IMC menor de 30 pero con un índice de cintura elevado, que pueden minusvalorar el riesgo real que corren de sufrir enfermedades cardiovasculares. “Tampoco hay que demonizar al IMC, porque puede ser útil, pero lo cierto es que la relación cintura-altura es mucho más confiable y una forma sencilla y eficaz de detectar el riesgo de enfermedad cardiovascular de forma temprana, incluso cuando el IMC y otros parámetros como el colesterol y la presión arterial de los pacientes parecen normales”, argumenta Manuel Landecho. Según el experto, calcular la relación cintura-altura es sencillo y se puede hacer desde casa. Para una persona de 1,80 metros de altura, por ejemplo, la medida de la cintura no debería sobrepasar los 90 cm. Por encima de esa relación de 0,5, ya sería conveniente consultar al médico para detectar posibles riesgos de forma temprana y establecer medidas preventivas como la práctica regular de ejercicio físico o las mejoras en la dieta, ya que la grasa abdominal, pese al apelativo de ‘barriga cervecera’, no se debe solo al consumo de cerveza, sino también a la ingesta de cualquier tipo de bebida alcohólica y de alimentos muy calóricos como los refrescos y la comida basura.

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