Desde hace décadas se les retrata como asesinos en serie. La mala fama de los tiburones es desproporcionada en relación con la cantidad de ataques que perpetran contra humanos. Se suelen registrar unas 100 mordeduras al año en todo el mundo y el 10% de ellas son mortales. Un escenario muy diferente a lo que retrata la mítica película Tiburón, de 1975, que alimentó un estigma injusto que se arrastra hasta la actualidad. Temidos por la mayoría de las personas, lo cierto es que este gran pez que se desplaza por el mar de manera sigilosa, tímido y que rara vez caza en manada, no solo muerde por defender su territorio y competir con sus pares. El instinto de supervivencia es otro factor adicional: son las dentelladas en legítima defensa vinculadas a una acción anterior cometida por un humano, que el animal interpreta como una agresión.Así se lee en el estudio liderado por Eric E. Clua, investigador de la Universidad París Ciencias y Letras, que se publica este viernes. Este nuevo análisis, que compara observaciones mundiales y otras realizadas en la Polinesia Francesa por su abundante vida marina, resalta esta variable poco estudiada que provoca la mordedura del tiburón: la autodefensa. Las lesiones son superficiales porque el animal no busca alimento, sino su propia protección: no es letal, aunque violenta. Las mordeduras en busca de alimento se caracterizan por una extracción significativa de carne y una alta mortalidad debido a las hemorragias. “Sea de forma intencionada o no, las personas son responsables de estas mordeduras. Incluso por el simple hecho de estar en el mar, que es el reino de los tiburones”, explica Clua a EL PAÍS.Aunque el comportamiento defensivo se ha observado en grandes aves como casuarios y mamíferos terrestres como osos, no se ha documentado en detalle con escualos. Para ello, los investigadores compararon las mordeduras de tiburón de la base de datos de los Archivos Globales de Ataques de Tiburón, con unas 7.000 mordeduras registradas desde 1863. Se centraron en las mordeduras relacionadas con actividades que podrían acercar las personas a los tiburones —la pesca submarina y otras en las que penetran en su territorio— y que se diferenciaron entre provocadas y no provocadas.Los hallazgos, publicados en la revista Frontiers in Conservation Science, indican que un total de 322 mordeduras que ocurrieron en el mundo, podrían haber sido motivadas por la autodefensa, con una tasa de letalidad del 3,2%. Son infligidas principalmente por especies de tiburones costeros de tamaño mediano (menos de 3 metros de largo), como el tiburón de puntas negras (Carcharhinus melanopterus) o el tiburón gris (Carcharhinus plumbeus).En el archipiélago polinesio de 118 islas se han registrado mordeduras de tiburón desde 1940. Sin embargo, los registros del Centro de Investigación Insular y Observatorio del Medio Ambiente que incluyen información fiable comienzan más tarde: entre 2009 y 2023. Durante esos 15 años se documentaron 74 dentelladas, cuatro de ellas en defensa propia, lo que arroja una prevalencia del 5%.En la Polinesia Francesa hay actividades que provocan este comportamiento de autodefensa, como la pesca con almadraba (para capturar el atún rojo) y la pesca con arpón (que se realiza con un anzuelo), que no son usuales en otros lugares. Pero también otro tipo de pesca, como la recreativa —muy popular en países como EE UU y Australia—, puede suscitar estas mordeduras, por lo que “la comparación es legítima aunque indirecta”, agrega el autor principal de la investigación. Recopilar estos datos a escala global de manera exacta aún sigue siendo difícil.Determinadas especies de tiburones bentónicos (como el tiburón alfombra, en Australia) pueden reaccionar de forma instintiva cuando la gente camina sobre ellos de forma no intencionada porque suelen posarse en la arena como las rayas. “Es aconsejable no acudir en ayuda de un tiburón en peligro, ya que no necesariamente percibirá positivamente esta acción humana”, sostiene el experto.Ninguna de las mordeduras analizadas fue precedida por un comportamiento agonístico anormal del tiburón (cuyo fin es dañar a otro), como bajar el pecho o nadar encorvado. Los científicos en el estudio cuestionan la práctica de etiquetar todas las mordeduras de autodefensa “como ataques”.Entre los animales más amenazadosPara algunas culturas, como en la Polinesia, los tiburones son considerados animales sagrados o tāura-totem y guardianes de las islas. Son navegantes que tienen un rol importante en la vida y cultura de las personas. Esta perspectiva ha limitado históricamente su explotación en esa parte del mundo.Los tiburones en la Polinesia están protegidos, aunque los pescadores locales no siempre respetan esta normativa. En general, las tradiciones isleñas integran naturaleza y cultura, vinculando el mundo espiritual y el humano. Se dice que todos los elementos marinos son descendientes del dios Tangaroa, que permitió la primera vida en los atolones, islas en forma de anillo hundidas en el océano y rodeadas de arrecifes de coral.Y a pesar de las crecientes medidas de protección globales, figuran entre los animales más amenazados del mundo. Los motivos son varios: la demanda de sus aletas es un negocio muy lucrativo en Asia, sumado a la captura incidental y el creciente mercado de la carne de tiburón que ha producido la muerte de millones de estos animales.
La ciencia desmonta el mito del ‘tiburón asesino’: la mayoría de las mordeduras son un reflejo de autodefensa | Ciencia
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