Entre la niebla espesa y el rumor del río Micay, un sonido metálico volvió a romper el silencio que había dejado la guerra. Era el eco del acero chocando contra la roca: el nacimiento del puente La Esperanza, levantado a sangre y sudor por hombres que decidieron desafiar al miedo.Nueve meses antes, en ese mismo cañón del sur del Cauca, una emboscada de las disidencias de las Farc había dejado cinco militares muertos y 19 heridos. El 11 de marzo, las explosiones improvisadas convirtieron el antiguo paso en ruinas. El ataque buscaba impedir la construcción de una vía que conectaría a comunidades aisladas. Pero, un mes más tarde, las tropas regresaron bajo fuego y completaron la misión. La estructura, erguida entre montañas donde convergen la coca, el oro y las rutas del narcotráfico, hoy es más que acero: es símbolo de resistencia. Su ubicación, entre los ríos San Juan del Micay y Naya, la convirtió en objetivo estratégico para las disidencias.Ingenieros Militares ensamblan las estructuras metálicas del puente metálico CV200 Foto:CortesíaImpedir el avanceEn octubre de 2024, el Gobierno lanzó la operación Perseo, con 1.400 hombres del Ejército y la Policía para retomar el control del cañón del Micay. Las tropas avanzaron entre precipicios cubiertos de niebla, lluvia incesante y el ojo invisible de francotiradores.El 4 de marzo de 2025, el frente ‘Carlos Patiño’, al mando de las disidencias de ‘Iván Mordisco’, dinamitó el puente que unía El Plateado con La Hacienda, dejando aisladas a más de 25.000 personas. Sin ese paso, los alimentos, el combustible y los medicamentos dejaron de llegar. El cañón quedó sitiado por esta guerra.Ante la emergencia, el Comando de Ingenieros Militares recibió la orden de instalar una nueva estructura metálica tipo CV200, de 21,3 metros y capacidad para 40 toneladas. El reto: desplazar 70 toneladas de acero durante 624 kilómetros, atravesando 13 municipios, 19 puentes y 57 curvas cerradas, hasta las orillas del Micay, entre Argelia y El Tambo.Los ingenieros militares trabajaron durante varios días bajo condiciones adversas. Foto:CortesíaLa operación se planeó al milímetro. Tres convoyes blindados, escoltados por expertos en desactivación de explosivos. Pero la guerra volvió a cruzarse en el camino.El ataque en BalboaLa noche del 11 de marzo, mientras la caravana avanzaba por una curva de Balboa, el silencio se quebró con una seguidilla de detonaciones. El cielo se tiñó de naranja. “Los vehículos de adelante fueron los primeros en caer”, recuerda el sargento segundo Daniel Eduardo Sánchez, del Batallón de Ingenieros n.º 90. “Logramos evacuar a los heridos, pero la orden fue regresar a El Bordo. Había que replantear la misión”.Las bajas dolieron. “Perder compañeros cambia todo”, dice uno de los oficiales. Pero la operación no se canceló. Al contrario: se volvió secreta. Se trazaron rutas alternas, maniobras simultáneas y comunicación cifrada. “El primer reto fue ingresar la estructura sin alertar al enemigo”, relata el teniente coronel David Alejandro Rojas Duque, comandante del batallón. “Avanzamos de noche, sin luces, con apoyo aéreo limitado y el corazón acelerado”.Militares del batallón de Ingenieros Militares N.° 22 cruzando el río del paso alterno. Foto:CortesíaLas lluvias no daban tregua. Cada paso en el lodo pesaba el doble. “Trabajábamos mojados, con el agua hasta la cintura y sin comer, pero sabíamos que no podíamos detenernos. Era nuestra manera de honrar a los que murieron”, cuenta el sargento Sánchez.De noche, los soldados se movían bajo la luna, en silencio, esquivando drones enemigos cargados con explosivos. De día, se escondían entre la maleza para evitar fuego directo. Así, tornillo a tornillo, el puente iba tomando forma: una estructura de 2,1 metros de altura que emergía entre la selva con una promesa de vida.El contacto con la comunidad era mínimo. “Un señor que vendía helados no quiso atendernos. No era desprecio, era miedo. Sabíamos que lo amenazaban si se acercaba a nosotros”, recuerda Sánchez.Ingenieros del Ejército ayudan a un habitante del sector a cruzar el río con su motocicleta. Foto:CortesíaLos que no regresaronEl subteniente Andrés Fabián Romero Puentes aún recuerda a uno de sus hombres. “Subió una foto con su hija antes de salir. Cuando lo vi de nuevo, ya estaba sin vida”, dice en voz baja. “Era difícil seguir, pero el compromiso con la comunidad era más fuerte que el miedo”.Entre las advertencias, algunos campesinos dejaron mensajes escritos en hojas: “Tengan cuidado, va a pasar algo”. Era la forma silenciosa de decirles que no estaban solos. Cuando los ingenieros lograron ingresar de nuevo al cañón, las disidencias intensificaron los ataques. “Nos lanzaban hasta 14 tatucos diarios. Uno cayó justo donde habíamos tenido la cocina. Si no la movemos, no lo contamos”, relata Sánchez.Aun así, las operaciones civiles no se detuvieron. Una mujer con una afección respiratoria fue evacuada en medio del fuego cruzado, pasando entre los soldados que formaron una cadena humana para cruzar el río. “Ese día entendimos que no solo levantábamos un puente: estábamos salvando vidas”, dice uno de ellos.En otro momento, ayudaron a campesinos a cruzar el río con sus motos, empujando entre piedras y fango. La escena —soldados sosteniendo el metal mientras la corriente golpea— quedó grabada como el retrato más puro del coraje. LEA TAMBIÉN El 7 de abril de 2025, tras tres días de maniobras continuas, el puente La Esperanza quedó en pie. En la foto final, los soldados aparecen empapados, cubiertos de barro, exhaustos, pero de pie sobre la estructura que reconstruyeron bajo fuego. “Ver a la comunidad cruzar de nuevo fue nuestra recompensa”, dice el sargento Sánchez.A un costado, el subteniente Romero levantó la vista hacia el puente y murmuró: “Esto demuestra que incluso en medio del conflicto, aún se pueden tender caminos hacia la vida”.Hoy, el cañón del Micay comienza a ver señales de control territorial. La Esperanza, ese arco metálico que cruza el río, ya no es solo una obra de ingeniería: es la prueba de que, incluso en el corazón de la guerra, todavía hay quienes se niegan a rendirse.*Prensa Ejército Nacional- especial para EL TIEMPORedacción JusticiaJusticia@eltiempo.comMás noticias de Justicia:

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