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La Santa Sede, el mejor pabellón de la Bienal de Venecia | Del tirador a la ciudad | Cultura

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Esto es tan sencillo como que unos arquitectos están hablando del final del mundo y un grupo de arquitectas ha pensado cómo empezar mejor la tarde. “Este pabellón es muy radical porque es extremadamente sencillo”. Tatiana Bilbao describe su intervención: arquitectura como cuidado y responsabilidad colectiva. Como arte capaz de afrontar los retos sociales y ecológicos contemporáneos coincide, en ambición, con el Laudato Si, la encíclica del papa Francisco que habla, como San Francisco de Asís, de “tratar a la casa como a una hermana”; esto es, de la responsabilidad de compartir una casa común. El pabellón de la Santa Sede en la Bienal de Arquitectura de Venecia, que ha obtenido una mención especial entre los premiados en esta 19ª edición, está en boca de todos. Es diferente.Más información“Venecia tiene una relación muy difícil con la Bienal de Arquitectura. Por un lado, la soporta porque necesita los ingresos que produce. Por otro, el debate arquitectónico pasa de puntillas por la ciudad. No deja huella”. Anna Puigjener, de MAIO Architects, es la otra proyectista detrás del nuevo pabellón de la Santa Sede en Venecia. Se trata, en realidad, de una intervención de rescate —más que de restauración— que denuncia la irrelevancia de muchas intervenciones arquitectónicas durante la Bienal de Arquitectura. Lo rescatado puede ser mucho. Aquí no se reparan solo muros, frescos y arquitectura física, se restaura también el sentido de la arquitectura, el tejido cultural veneciano, las comunidades de vecinos de la propia iglesia Santa Maria Ausiliatrice, convertida en centro social en el barrio de Castello, muy cerca de los jardines que muestran los pabellones nacionales. La intervención es, así, pura cristiandad. Rescata, en realidad, la pobreza de espíritu en la que el catolicismo más desnudo encuentra la verdadera riqueza.Hace solo tres ediciones que el Dicasterio de Cultura del Vaticano decidió que, reconectando con sus siglos de mecenazgo artístico, encargaría un pabellón para la Bienal de Arquitectura de Venecia. Sucedió a lo grande, varios de los más reconocidos arquitectos del mundo —de Souto de Moura a Norman Foster— firmaron siete capillas en los jardines del Monasterio de la Isla de San Giorgio Maggiore. Esos pabellones eran tan sentidos, se relacionaban con la escasa vegetación que crece en Venecia de una manera tan natural, que se convirtieron en una huella permanente. Tatiana Bilbao y MAIO Architects han dedicado el presupuesto del pabellón a restaurar la iglesia arquitectónica y socialmente.José HeviaSin embargo, ese éxito, para el Papa y la curia, pudo ser solo arquitectónico. Ellos querían más. “Su nuevo cardenal al mando del Dicasterio de Cultura indicó que el arte en el siglo XXI debía poner al hombre —a la humanidad— en el centro”, explica Tatiana Bilbao. De modo que, para la siguiente edición, la intervención de Álvaro Siza en el huerto del monasterio consistió en cuidar los cultivos, abrir un jardín interior a vecinos y visitantes y compartir semillas y flores para hacer infusiones. En esa misma línea, en la última Bienal de arte, la intervención de Maurizio Cattelan With my eyes obligaba a los visitantes a atravesar el proceso que implica acceder a una prisión de mujeres: chequeo, desnudo… Una vez dentro conocías a alguna de las mujeres encarceladas que habían trabajado con las artistas durante un año. La propia restauración se convertirá en una escuela de oficios artesanos. José HeviaEse es el espíritu con el que tres arquitectas pensaron el nuevo pabellón de la Santa Sede. Opera Aperta combina la apertura de la obra en la iglesia de Santa Maria Ausiliatrice a los habitantes del barrio de Castello con su rescate —no hablan de restauración— y su conversión —por lo menos temporal— en escuela de restauración y centro social. Veamos cómo funciona.De la mano del joven cardenal portugués José Tolentino de Mendoça, esta vez la arquitecta seleccionada fue Tatiana Bilbao. La mexicana optó por trabajar como hace cuando levanta viviendas sociales o espacios públicos: compartiendo el proyecto. Así, llamó a Anna Puigjener (MAIO Architects) y a Marina Otero Verzier, con experiencia en comisariados en la Bienal de Venecia. Juntas comenzaron a sumar ideas: de dedicar el dinero a la restauración a convertir esa restauración en clases de oficios para aprender a trabajar con yeseros, ceramistas, pintores o restauradores. Las arquitectas añadieron al proyecto a la veneciana Giovanna Zabotti, directora artística de Fondaco Italia. Y esta comenzó a tender puentes con asociaciones vecinales. Llegaron entonces los usos sociales: más allá de los talleres, la acogida. Del conservatorio, por ejemplo, pidieron espacio para que los músicos con los instrumentos de mayor tamaño —pianistas, percusionistas— pudieran ensayar allí. Los talleres y las reuniones de vecinos tendrían fondo musical.Así, con una arquitectura que consiste en evitar dañar más las ruinas de la iglesia y en evitar hacerse daño con telas de protección, algún andamio y luces de emergencia amarillas, Tatiana Bilbao ESTUDIO y MAIO Architects solventaron su intervención. El resto lo trabajarán Otero Verzier y Zabotti con los visitantes, los artesanos y los vecinos. Las arquitectas pidieron que los músicos del conservatorio pudieran ensayar en la iglesia, convertida en centro social en el barrio de Castello. José HeviaLevantado en el siglo XII como un hospicio para peregrinos, el inmueble donde se celebra este pabellón fue el primer hospital de Venecia. En el XVIII pasó a convertirse en parvulario. Y en 2001 el Ayuntamiento veneciano decidió destinarlo a uso cultural. Desde entonces esperaba restauración. Durante los próximos cuatro años el Vaticano se encargará de gestionarlo a partir de las directrices establecidas por las comisarias.El viernes pasado, cuando se inauguró la intervención, una anciana vecina se asomaba por una ventana al patio. No era la vieja del visillo. “Esta mañana ha bajado para barrer el claustro”, me señaló Bilbao. Contemplaba el milagro de ver cómo la ruina que veía desde su ventana cobraba nueva vida.


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