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Las olas de calor blanquean la barrera de coral mesoamericana, la segunda más grande del mundo | América Futura

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EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.Los dos últimos años han sido los más cálidos registrados por la humanidad desde que hay datos. Y los últimos ocho años más cálidos de la historia se han dado desde 2015 hasta la fecha. Las elevadas temperaturas tienen un gran impacto en los diferentes ecosistemas del planeta, particularmente en los marinos costeros. Basándose en la respuesta que ciertas especies clave en la formación de hábitats, como las microalgas, el pasto marino y los corales, tuvieron ante olas de calor marinas en 1.322 zonas, a través de 85 ecorregiones del planeta, la revista Nature Climate Change publicó un estudio en el que se demostró que estas altas temperaturas han provocado que muchos ecosistemas costeros, incluyendo los que se encuentran a lo largo de América Latina y el Caribe, pierdan especies fundadoras.En 2023 y 2024, las actividades humanas y el fenómeno de El Niño se combinaron para crear condiciones sin precedentes: 3,5 veces más días de olas de calor marinas que en cualquier otro año registrado y casi el 10% de los océanos del planeta rompieron récord de altas temperaturas. Se trata de un escenario riesgoso. El mar juega un rol determinante para regular el clima planetario, al tiempo que es hogar de una inmensa variedad de vida marina y provee de comida, trabajo y otros servicios ecosistémicos a millones de personas. Las recientes olas de calor, sin embargo, afectaron pesquerías como la de la anchoa peruana, debido a la redistribución de estos peces hacia aguas menos cálidas.En el Caribe, el turismo y el equilibrio ecológico de la región, también corren riesgo de desaparecer debido a un rápido blanqueamiento experimentado por los corales del Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), el segundo banco de coral más grande de la Tierra. El SAM es un amplio ecosistema que se extiende por unos mil kilómetros en las costas caribeñas de México, Belice, Guatemala y Honduras. Es hogar de 65 especies de corales pétreos, 350 de moluscos y más de 500 de peces. En él se refugian especies emblemáticas y en serio peligro de extinción, como las tortugas marinas, la caracola reina, el manatí del Caribe, dos tipos de cocodrilos e, incluso, es parte del hábitat del tiburón ballena, el pez más grande del mundo. Por eso lo que se vive allí sirve también para alertar lo que sucede con los otros corales del mundo.“En un abrir y cerrar de ojos, una zona de arrecife poco profunda (menos de ocho metros) se convirtió en un paisaje blanco, y tras el siguiente parpadeo empecé a ver organismos muertos, solo unos pocos corales al principio, pero los corales blandos como los abanicos de mar o los octocorales murieron en cuestión de días. Y el paisaje blanco se convirtió en lo habitual durante días, semanas y meses”, dijo Valeria Pizarro, científica senior del Perry Institute for Marine Science de EE. UU., en un comunicado que explica la situación que viven estas colonias.Peces se reúnen entre corales trasplantados por humanos en un vivero marino en Islamorada, Florida, en julio de 2023.Carolyn Cole (Los Angeles Times via Getty Imag)Medir la salud de los arrecifesEl blanqueamiento de corales está asociado directamente a estrés térmico. En octubre y noviembre de 1995, en Belice, ocurrió el primer gran evento registrado en el que aproximadamente el 52% de los corales beliceños mostraron signos de blanqueamiento y cerca del 10% de todas las colonias coralinas experimentaron alguna forma de mortalidad parcial del tejido.“En ese momento solo sospechábamos que el estrés térmico y posiblemente la radiación ultravioleta estaban causando el blanqueamiento, pero lo que más nos preocupaba era lo que sucedería con estos corales”, escribió la bióloga marina Melanie McField en un artículo publicado por el museo Smithsonian de Historia Natural. Más adelante, la estadounidense redactó otro documento en el que detalló los indicadores necesarios para determinar la salud de los corales mesoamericanos y creó la organización Arrecifes Saludables para Gente Saludable (HRHP, en sus siglas en inglés).Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), solo en Belice, actividades como la pesca y el turismo representan entre 210 y 350 millones de dólares anuales. En Quintana Roo, al sur de México, el turismo logra ser el 49% de la actividad económica del estado y emplea hasta el 34% de la gente en edad productiva. En esta zona, entre todas las actividades productivas, el arrecife contribuye en hasta 9.000 millones anuales a la economía local.Debido a que millones de personas dependen de este ecosistema, HRHP comprendió desde el inicio que, para protegerlo, se debía de contar con la colaboración de los cuatro países que conforman esta barrera coralina. En 2008 se publicó el primer reporte de salud del SAM. En este, se determinó, luego de recopilar datos en 326 sitios, que el estado de este sistema de más de mil kilómetros de extensión era “pobre”.Una científica de una organización inspecciona el estado de los corales en los arrecifes del norte en Yucatán, México, en septiembre de 2021.Oceana (Cuartoscuro)Un cuadro clínico en deterioro“Previo al año 2000, los episodios de blanqueamiento se daban entre octubre a diciembre y luego los corales se recuperaban”, cuenta Ana Giró, coordinadora del HRHP para Guatemala. “Pero desde 2013 y 2014, los empezamos a ver más seguido y ahora se monitorea todos los años”. El blanqueamiento de los corales, dice, se da debido a que estos tienen unas algas simbiontes que viven dentro de ellos y que les dan el color. Cuando el coral se estresa por el aumento de la temperatura, las libera y se vuelven blancos.El último reporte de salud del SAM, publicado en marzo de 2024, concluyó que solamente el 18% de los sitios analizados se encuentra en estado bueno o muy bueno. En este, se resaltó al cambio climático y el aumento de las temperaturas como una de las grandes amenazas para el sistema de arrecife. De hecho, según el estudio de Nature Climate Change, las olas de calor de los últimos dos años contribuyeron a un número casi récord de tormentas tan fuertes en el Atlántico como para que se les diera un nombre.Por esto, Pizzarro aboga por la aplicación de estrategias como el monitoreo que HRHP realiza en Mesoamérica para “detener o reducir el calentamiento global y el cambio climático”. “Reconocer que nosotros, los humanos, somos la principal causa de estas olas de calor y que tenemos que actuar ya debería ser lo primero”, afirma.En Florida, Estados Unidos, se ha realizado algunas acciones para mitigar su impacto. Por ejemplo, ciertos corales y caracolas fueron trasladados a aguas más frías y se eliminaron manualmente las algas de algunos corales blanqueados. De hecho, desde hace dos décadas, HRHP colabora con Atlantic and Gulf Rapid Reef Assessment (AGRRA, una iniciativa que ha capacitado a más de 500 buzos de los cuatro países mesoamericanos, pertenecientes a más de 70 organizaciones asociadas, para que sepan cómo hacer este tipo de tareas.En México, en colaboración con el Instituto Mexicano de Pesca (IMIPAS), se crían y trasplantan juveniles del cangrejo rey, como parte de una estrategia para la reducción de macroalgas en Quintan Roo, un proyecto que también se está a poniendo a prueba en Belice y Honduras. En Guatemala, en donde los corales habitan en aguas más profundas, se requiere de otro tipo de técnicas para el monitoreo y la recolección de datos. “Capacitamos a pescadores de langostas, lo que nos ha permitido recopilar más datos. El científico que está haciendo el monitoreo detecta algunas langostas, pero los pescadores son quienes las encuentran a todas. Eso nos permite tener datos más precisos”, concluye Giró frente al abanico de iniciativas que se están creando.


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