El auge de las redes sociales prometió una democratización global de la información. Sin embargo, este mayor acceso al conocimiento se ha visto desbordado por la desinformación, intencionada o no, y el aumento de la división social y el conflicto. Las herramientas que iban a ser un pilar fundamental de una nueva sociedad se han convertido en un arma más. “En estos momentos, tenemos más conflictos que nunca desde el final de la Segunda Guerra Mundial”, advierte Steve Killelea, empresario y filántropo australiano fundador de la organización Global Peace Index (GPI), cuyo último informe anual, recién presentado, incluye un capítulo específico sobre el papel de las tecnologías de la información en un mundo en guerra.Las investigaciones sobre el perjuicio de las redes sociales no cesan. Ya han demostrado que las propietarias de estas promueven los contenidos conflictivos porque atraen tráfico y, con este, publicidad. Se sabe que la mentira se difunde más rápido que la verdad y que, cuando esta llega, el daño está hecho (dividendo del mentiroso). Se conoce la influencia crucial en elecciones democráticas en todo el mundo y en la exclusión social de quienes discrepan. La conclusión de un último trabajo, publicado en Science Advances, añade un elemento más para la inquietud: “La competencia por la atención lleva a las fuentes de noticias a publicar información errónea”. “Los hallazgos desvelan una tendencia, o carrera armamentista, a la difusión de noticias falsas hiperpartidistas para aumentar la participación de la audiencia”, defiende Arash Amini y su equipo de la Universidad de Texas.Amini explica que se trata de una perniciosa espiral o efecto llamada. “El negocio de la atención obliga a la competencia entre las fuentes de noticias, lo que lleva a los medios a utilizar un lenguaje más llamativo y una narración provocativa, e incluso a recurrir a noticias falsas, para aumentar la participación de los lectores”.No obstante, el equipo de investigación advierte: “Aunque compartir información errónea se ha convertido en una estrategia para el crecimiento de la audiencia, hacerlo puede dañar la credibilidad y provocar desventajas a largo plazo”.El equipo que elabora el índice de paz global (GPI, por sus siglas en inglés) ya había incluido la influencia de las redes en los conflictos mundiales, especialmente en relación con la radicalización y el terrorismo. Este año, el informe abunda en la influencia de estos medios, imaginados inicialmente como cimientos de una nueva democracia, en la polarización y en la conflictividad.El GPI admite que “un flujo libre de información es fundamental para la paz”. Sin embargo, expone una paradoja: “Disponemos de mejores comunicaciones y más redes sociales y medios de comunicación que nunca, pero también tenemos contenido incendiario o partidista de baja calidad que profundizan las divisiones sociales”.“Por una parte”, explica Killelea, “la gente puede acceder a información precisa como nunca y la mayoría lo hace. Pero, por otro lado, cuando miras a las plataformas de redes sociales, se observa una tendencia a la polarización y, parte de esta, viene del algoritmo que te ofrece más y más de lo que te llamó la atención”. Y también coincide con los resultados del estudio de la Universidad de Texas: “Hay una tendencia a ofrecer contenidos de una manera cada vez más atrevida porque eso genera emociones y anima a seguir, que es lo que buscan las plataformas: mantenerte el mayor tiempo posible”. Añade como una causa más la tendencia del usuario a buscar información que refuerce “su moral o sus valores”, aunque sea sesgada.Killelea rehúsa identificar un único culpable. Tampoco lo hace el equipo de investigación de la Universidad de Texas. “No podemos etiquetar explícitamente como maliciosas las fuentes de noticias que utilizan estratégicamente la desinformación, ya que su toma de decisiones puede haber surgido a través de interacciones repetidas, lo que hace que la distorsión de la información sea un resultado natural para los medios hiperpartidistas”, explican los autores de la investigación.Sin embargo, tanto el filántropo australiano como el grupo científico aportan posibles vías de contención. Para el primero, una vía sería la “mejor regulación de la información en internet”. Lo afirma porque duda de que las empresas propietarias de las plataformas vayan a autocontrolarse si no hay un marco legal exigible y que, según defiende, tiene que estar equilibrado para garantizar la libertad de expresión.Más informaciónEn otra de las vías de contención coindicen Killelea y Amini. “Se necesita una mejor educación para determinar la información correcta de la incorrecta”, defiende el primero. “Nuestros resultados enfatizan la efectividad de las iniciativas educativas dirigidas a mejorar la alfabetización mediática y reducir la susceptibilidad. Al equipar a las personas con las habilidades para evaluar mejor la credibilidad de la información que consumen, se puede disminuir la susceptibilidad general a la comunidad”, sugiere Arash Amini.El fundador del GPI es optimista y cree que el tiempo favorecerá las regulaciones y la educación de los usuarios, al igual que la responsabilidad de las plataformas en la moderación de contenidos, a pesar de que la tendencia actual en este último aspecto sea la contraria. “Siempre habrá actores nefastos”, lamenta.Pero insiste en defender una regulación equilibrada, como la restricción de acceso a menores de 12 años a las redes sociales en Australia, y “limitada”. En este último sentido, Killelea señala, como ejemplo, que la garantía de la libertad de expresión no debe incluir nunca “violencia extrema” o “pornografía infantil”. El fundador del GPI concluye que las actuaciones en estos ámbitos podrían contribuir a una paz global que presenta los peores síntomas de los últimos 78 años, que es su edad. Ha observado, con contadas excepciones, un incremento anual de la militarización y los conflictos, que sigue sin concebir porque, como sostiene, “una guerra es muy difícil de ganar” y, por el contrario, “genera sufrimientos masivos. En este sentido, considera más efectivo “invertir en paz”.
Las redes sociales se suman como factor fundamental a la era más conflictiva desde la Segunda Guerra Mundial | Tecnología
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