¿A qué se debe la mala reputación intelectual del burro? Los estudios científicos que han comparado la cognición entre burros y caballos en aspectos como la inteligencia espacial, el aprendizaje o la memoria, han concluido que ambas especies son similares. Así que tendremos que buscar los motivos en otro sitio y, para ello, es necesario liberarnos de los prejuicios y conocer realmente al burro. Los burros domésticos proceden del burro silvestre africano, que habitaba montañas semiáridas donde la vida no era nada fácil. El ambiente se caracterizaba por una vegetación escasa, fuentes de agua dispersas y temperaturas muy fluctuantes. Este terreno escarpado contrastaba con las llanuras abiertas y cubiertas de hierba donde vivían los caballos salvajes. Por eso, a pesar de su estrecho parentesco, los caballos y los burros no son tan similares como podría parecer. Más informaciónEn las llanuras suele haber suficientes recursos naturales como para que se formen grandes manadas de caballos, donde los sementales tienen su harén de yeguas. En el entorno natural del burro, donde los recursos son escasos, los individuos tenían que dispersarse, adaptándose a vivir en grupos muy pequeños o incluso en solitario. En este contexto, los burros salvajes debían comunicarse a largas distancias. Por eso desarrollaron una nariz y unas orejas tan grandes: necesitaban producir ese característico rebuzno tan fuerte y escucharlo desde lejos. Su mandíbula también tenía que ser muy potente para triturar los arbustos leñosos de las montañas, lo que requería un cuello ancho y robusto para soportar la cabeza pesada. Por último, las extremidades cortas eran más aptas para moverse por terrenos difíciles que para la velocidad. El ambiente donde uno vive también afecta al carácter. Los burros son conocidos entre los veterinarios por ser muy estoicos. Sienten dolor igual que otros animales, pero lo expresan de maneras más sutiles. Por tanto, ante un trabajo duro y extenuante, se van a quejar menos. Según un artículo publicado en 2022 en la revista Science, la domesticación del burro tuvo lugar una única vez hace 7.000 años al noreste de África, cuando el Sáhara comenzaba a convertirse en un desierto. La humanidad estaba experimentando importantes cambios: las ciudades proliferaban, la producción se estaba especializando, el comercio cada vez era más importante y las guerras aumentaban. En este contexto, el burro doméstico enseguida se expandió a través de toda Eurasia. A Sudamérica llegaron en el siglo XV procedentes de España y del norte de África, y en los siglos XVIII y XIX se importaron a Norteamérica. Eran la herramienta perfecta para el momento. Todas sus características les daban una apariencia menos grácil y majestuosa que a los caballos, pero su fortaleza, resistencia y estoicismo les hacía idóneos como animales de carga. Así, mientras los caballos alzaban sobre sus lomos a reyes y héroes de guerra, participaban en carreras y acompañaban a las doncellas en sus paseos, los burros eran usados por los campesinos en el trabajo de campo. Los caballos eran espíritu, libertad y coraje, los burros sumisión, trabajo y servidumbre. Los caballos eran símbolo riqueza, los burros de pobreza. Si lo pensamos, el burro ha sido un animal más productivo y útil para la humanidad que el caballo, pero su rol en la sociedad hizo que lo viésemos alejado de la inteligencia. Quien trabajaba el campo y servía con sumisión, era considerado inferior intelectualmente que el noble que podía dedicar sus tardes a contemplar la naturaleza. Incluso hoy en día, seguimos asociando el burro a la pobreza y el caballo a la riqueza. Hay 50 millones de burros en el mundo y la mayoría se encuentran en países en vías de desarrollo. El África subsahariana, el norte de la India y las tierras tropicales de América Latina han sido las principales zonas de aumento de la población de burros en las últimas tres décadas, mientras que han descendido drásticamente en la región mediterránea y en China. Hay otro aspecto de la biología del burro que también ha contribuido a que se le asocie con la idiotez. Cuando una persona es poco reflexiva, impulsiva y tiende arreglar sus conflictos con violencia, se le dice que es un burro. Para entender esto, tenemos que regresar de nuevo al ambiente donde vivían los burros salvajes africanos. Cuando habitas en llanuras con tu manada, la huida es la mejor estrategia frente a los depredadores, pero, cuando tu terreno es escarpado, no tienes agilidad y eres la única presa a la vista, lo mejor es atacar. Por eso, los burros domésticos son más propensos que los caballos a ponerse agresivos cuando se sienten amenazados. Además, para mejorar las posibilidades de encontrar pareja, los burros salvajes macho solían establecer un territorio alrededor de una fuente de agua. Esto explica por qué los burros domésticos pueden mostrarse territoriales cuando conviven con otros animales y los atacan si no los consideran parte de su grupo. A su vez, este comportamiento ha sido aprovechados por personas de todo el mundo que han utilizado al burro como guardián para proteger a ovejas, cabras y otros animales de los ataques de depredadores. Si embargo, el burro puede ser un animal muy afectivo con aquellos con los que establece un vínculo. Un aspecto peculiar del comportamiento social de los burros es el “emparejamiento”. Muy a menudo ocurre que un burro doméstico desarrolla un vínculo sólido con otro individuo, que puede ser un burro u otro équido. Entre los animales, la mayoría de los emparejamientos se dan por razones sexuales o de parentesco. Sin embargo, este no tiene por qué ser el caso de los burros, pues con frecuencia dos individuos del mismo sexo establecen una fuerte amistad. Ahora, nuestra percepción del burro puede cambiar gracias a la ciencia. En los últimos años, el estudio de la mente animal está experimentando una revolución. Aunque aún queda todo un océano por conocer, cada vez son más las especies cuyas capacidades cognitivas se están poniendo a prueba. El burro se ha investigado mucho menos que el caballo, pero los estudios publicados indican que no le tiene nada que envidiar. Curiosamente, la mula sí que está superando en las pruebas cognitivas tanto al caballo como al burro. El efecto de la hibridación en un organismo es variable: los rasgos pueden estar determinados por uno de los progenitores, ser intermedios entre ambos, inferiores o superiores. Siempre se ha sabido que las mulas son más fuertes y tienen más resistencia que los caballos y burros, y parece ser que esta mejora también se extiende a la inteligencia. Lo cierto es que aún queda mucho por estudiar. Estamos lejos de entender por qué las mulas son más listas y de conocer en profundidad las habilidades cognitivas de los burros. Pero lo que sí sabemos es que ni las orejas grandes, ni el estoicismo, ni la resistencia, ni el trabajo de campo, convierten a un animal en tonto.
Los burros no son más tontos que los caballos, solo diferentes | Ciencia
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