Hace 66 millones de años tuvo lugar la extinción masiva más emblemática de la historia de la Tierra: la de los dinosaurios. Mientras algunos investigadores sostienen que su desaparición fue un proceso gradual, otros defienden que ocurrió de forma súbita tras el impacto de un asteroide. Un equipo de investigadores, liderado por el geólogo Andrew G. Flynn, de la Universidad Estatal de Nuevo México (EE UU), y con participación española, pretende esclarecer este evento, cuyo debate ha dividido a la comunidad científica durante décadas.La investigación, que se publica hoy en la revista Science, apunta que existen evidencias sólidas de que los dinosaurios siguieron siendo diversos, activos y bien adaptados hasta el final del Cretácico, justo antes del impacto que marcó el fin de su era. Basados en una nueva geocronología del Miembro Naashoibito, una unidad rocosa rica en fósiles dentro de la Formación Kirtland (al norte de Nuevo México), los análisis sitúan sus depósitos entre 66,4 y 66,0 millones de años, lo que indica que los restos fósiles encontrados allí corresponden a algunos de los últimos dinosaurios que habitaron América del Norte.Más informaciónSegún los autores, entre los que figura el investigador español Jorge García Girón (Universidad de León), los datos sobre diversidad y actividad refuerzan la idea de que su desaparición no fue un proceso paulatino, sino el resultado de un evento repentino y global. Así lo explica Flynn, autor principal de la investigación: “Durante años se pensó que en el oeste de Estados Unidos existía una fauna homogénea, una especie de comunidad uniforme de dinosaurios. Pero eso era solo porque no teníamos buenos registros rocosos de esa época”. Este geólogo, experto en paleoclimatología, continúa: “Ahora, con dos yacimientos bien datados (Hell Creek y Kirtland), vemos que son muy distintos entre sí. Tienen dinosaurios diferentes, lo que nos indica que existían regiones ecológicas separadas, en las que prosperaban distintas especies”. Los dinosaurios, dice el investigador, interactuaban constantemente con su entorno, como cualquier otro grupo de animales. Y es este factor el que explica la diferenciación ecológica y variedad de especies: “Nuestros modelos muestran que la fauna del sur prefería temperaturas altas. Era una región más cálida, y eso parece ser el principal factor discriminante. La latitud influye, pero está ligada al clima”. Sin embargo, los fósiles de Nuevo México carecen de un elemento importante: de la capa que marca el impacto del asteroide, la llamada frontera K–Pg, con su característico depósito de iridio. “Nos falta la capa de cenizas y escombros”, aclara Flynn. “Sabemos que nuestros fósiles datan de los últimos 300.000 años del Cretácico, lo cual, en tiempo geológico, es cercano al impacto. Todo indica que los dinosaurios estaban prosperando hasta que ocurrió el evento que los eliminó”.Caitlin Leslie, una de las investigadoras, recolecta muestras paleomagnéticas en la Cuenca de San Juan.Daniel J. PeppePese a que Flynn reconoce que este registro es todavía limitado, tiene esperanza en que nuevos yacimientos permitan esclarecer esa etapa de la prehistoria: “Nuestro sitio en Nuevo México es apenas el segundo en Norteamérica con edades bien controladas. Pero con cada nuevo yacimiento, especialmente fuera de Estados Unidos, como en Asia, Sudamérica o Europa, podremos reconstruir una imagen más precisa de cómo era la diversidad de los dinosaurios justo antes de su desaparición”.De acuerdo con Thomas Richard Holtz, paleontólogo estadounidense ajeno a la nueva investigación, esta aporta una base sólida al debate sobre la extinción. “El artículo toma diversas líneas de evidencia, principalmente datación geológica y un censo de vertebrados terrestres del final de la era de los dinosaurios en Norteamérica, y las combina para demostrar que la diversidad no disminuyó hacia el final de su reinado”, explica.Holtz recuerda que el registro fósil es, por naturaleza, irregular. “No todos los organismos o especies se fosilizan, y no todos los lugares del mapa tendrán fósiles formándose en la misma época. Por lo tanto, siempre existen preguntas sobre cuál era la verdadera diversidad de un grupo en el pasado”. Pero, detalla, este nuevo estudio ayuda a aclarar una cuestión importante: la edad del Miembro Naashoibito. Durante años se discutió si esos yacimientos —con restos de Alamosaurus, un colosal dinosaurio herbívoro— eran más antiguos que los depósitos de Hell Creek, en Montana, Wyoming y las Dakotas. “El nuevo estudio combina diferentes tipos de datos geológicos para demostrar que es, de hecho, un depósito del Cretácico tardío, equivalente en el tiempo al de Hell Creek. Dicho de otro modo, hubo dinosaurios que formaron parte de la comunidad de Naashoibito y que habrían presenciado los efectos del impacto final”.La paleontóloga Penélope Cruzado Caballero subraya un avance clave: “Lo interesante de este trabajo es su enfoque multidisciplinar”, explica. “No solo han analizado los fósiles y los ambientes en los que vivieron, sino que han incorporado datos geocronológicos muy precisos. Eso permite situar los restos en el límite de extinción”.Sin embargo, la investigadora —experta en la paleobiología de los dinosaurios ornitópodos y también ajena al nuevo estudio— insta a la cautela. “El propio artículo lo reconoce: los resultados se basan en una región concreta del mundo, relativamente cercana al área del impacto. Las conclusiones, por tanto, deben tomarse con cuidado”, advierte. “En España, por ejemplo, en los Pirineos aragoneses y catalanes tenemos yacimientos de datación similar, pero con menor diversidad faunística porque aún tenemos que hacer trabajo de campo”. ¿Final abrupto o declive gradual?Aunque se muestra prudente, reconoce una tendencia: “Decir que fue blanco o negro es difícil. Todo tiene matices. Pero es cierto que los últimos estudios van apuntando cada vez más hacia un impacto catastrofista inmediato. Aunque todavía harán falta muchos años de investigación para entender bien qué sucedió”. A su juicio, la gran tarea pendiente es ampliar el mapa de las investigaciones. “El trabajo de Flynn y su equipo es extraordinario, pero necesitamos más estudios como este en otras regiones del mundo. Si logramos replicar estas investigaciones en otros lugares, podremos comparar resultados. Necesitamos mucha comparabilidad de datos para poder entender mejor el contexto de lo que ocurrió”.Elena Cuesta, especialista en la paleobiología de los dinosaurios terópodos, tiene una opinión similar: “El propio artículo lo reconoce: seguimos hablando solo de Norteamérica. No sabemos qué estaba ocurriendo en el resto del planeta”, señala. “Estados Unidos cuenta con una gran infraestructura de financiación y una tradición paleontológica muy fuerte. Por eso se estudian mucho más especies icónicas como Tyrannosaurusrex o Triceratops. Pero hay otras regiones con un potencial enorme para contrastar o matizar estas conclusiones”. La especialista destaca que estudios que se realizan en países como Argentina, donde se está analizando a los últimos dinosaurios de la Patagonia, podrían ayudar a equilibrar la balanza de una ciencia que, según la experta, históricamente ha estado muy centrada en el hemisferio norte: “Esos datos podrían ofrecer una visión del sur global”.Gerta Keller, catedrática del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Princeton (EE UU), ha expresado su desacuerdo con las conclusiones del estudio. “Que la desaparición de los dinosaurios fue abrupta por el impacto de un asteroide a finales del Cretácico fue teoría propuesta por primera vez en 1980 por Luis Álvarez, premio Nobel, y su hijo Walter con gran entusiasmo. Desde entonces, la teoría se ha repetido con pocos o ningún cambio, y la mayoría la cree. El artículo no es de buena calidad porque omite mucha información”, comenta. Keller defiende una explicación alternativa, basada en el cambio climático y las erupciones volcánicas del Deccan, en la India. De acuerdo con la investigadora, esto condujo al declive a largo plazo de los dinosaurios durante 300.000 a 400.000 años. Sostiene además que la datación del momento de la caída del gran asteroide ha sido malinterpretada: “Se descubrió, por la verdadera edad del cráter de Chicxulub, que este se estrelló en Yucatán 200.000 años antes de la extinción masiva de los dinosaurios hace 66 millones de años”. Y enfatiza: “Fue un simple incidente en nuestro universo, mientras la vida continuaba como siempre”.Según Cuesta, lo más rescatable de este trabajo es su demostración de que la ciencia está viva. “Cada nuevo fósil, cada nueva datación puede cambiar lo que creíamos saber. Hipótesis bastante robustas años después pueden desmantelarse de repente y generar otras nuevas. Debemos seguir explorando, excavando y financiando la ciencia. Solo así tendremos el conocimiento de este periodo de la historia de la Tierra”.

Los dinosaurios no estaban en declive antes del asteroide que acabó con ellos | Ciencia
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