El delirio apocalíptico que ha suscitado el apagón nos lleva al encuentro de Ernst Jünger quien nació el mismo año que se descubrieron los rayos X (1895) y murió siendo centenario. Al final de la vida, Jünger se entretenía haciendo pompas de jabón en el jardín de su casa, en Wilflingen, aldea de la Alta Suabia. Aquellas pompas que el viento elevaba le servían como imagen simbólica de la fugacidad. Así lo cuenta el mismo Jünger en una entrevista recogida por Antonio Gnoli y Franco Volpi para un libro editado en castellano por Página Indómita cuyo título Los titanes venideros es toda una declaración de intenciones. Porque Jünger, siguiendo el poema de Hölderin titulado Pan y vino, afirmaba que en el siglo XXI entraríamos en una nueva era que denominó “La edad de los titanes” un tiempo propicio para la tecnología, pero “desfavorable para el espíritu”; una época donde “el planeta se verá sometido a una aceleración a la que la humanidad tendrá que adaptarse, transformándose a sí misma”. Con esto, Jünger recrea dos figuras fundamentales para el nuevo tiempo. Una es la figura del “Trabajador”, que domina el nuevo mundo condicionado por la tecnología. Y otra es la figura del “Anarca”, que no se deja implicar por la nueva condición. Más informaciónA partir de este planteamiento, podemos enfrentar el suceso del pasado lunes 28 de abril y tomar posición a la hora de arrancar con las valoraciones desde la conciencia crítica. Tal y como diría el mismo Jünger, vivimos pegados a una pantalla, “dando vida a una realidad que no está presente ante nosotros”. Con ello, acabamos viviendo en una dimensión virtual que conduce al pánico del desarraigo cuando nos desconectan de ella. Pero si queremos situarnos de raíz contra el avance tecnológico, lo mejor que podemos hacer es tomar posición con el otro Jünger, es decir, con Friedrich Georg Jünger, el hermano pequeño de Ernest, en cuyo libro La perfección de la técnica —publicado también por Página Indómita— nos sorprende con una exposición pionera de la conciencia ecológica. Fue escrito en 1939 aunque publicado en 1946, anticipando el debate moderno sobre la ecología y la sostenibilidad. En uno de sus párrafos, Friedrich Georg Jünger nos habla de “la impotencia de los Estados frente a los procesos explosivos que son consecuencia del desarrollo de la técnica”. Según él, resulta imposible controlar dichos procesos. “El hombre ya no domina la vigencia de las leyes mecánicas que él mismo ha puesto en marcha. La vigencia de estas leyes lo domina a él”. Volviendo a Ernest Jünger, a quien su hermano pequeño debe la vida; lo rescató de la muerte cuando se lo encontró malherido en el campo de batalla durante la I Guerra Mundial, volviendo a Ernest Jünger, es preciso recordar que siempre celebró la tecnología. Aunque retirado y “Anarca”, no renunciaba a dominar el nuevo mundo como un “Trabajador”. Se movía entre ambos conceptos; cultivaba su espíritu alejado de todo, pero, a su vez, se dejaba condicionar por la “magia” de los avances tecnológicos. Ya dijimos que nació el mismo año que Wilhelm Conrad Röntgen descubre los rayos X, un invento fundamental en la historia de la ciencia, pues ofreció la posibilidad de observar una dimensión de la materia hasta ese momento desconocida y, con ello, la expectativa de curiosear en el interior de la misma, lo que llevará a desarrollar nuevos estudios sobre el átomo hasta dar con la fisión nuclear. Por todas estas cosas, una manera de afrontar otro apagón tecnológico es leyendo, ya sea a los hermanos Jünger o a cualquier otro autor o autora que nos muestre la vida como lo que es: una sublime descomposición de la materia. El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
Pánico tras el apagón. ¿Cómo escapar del apocalipsis? | El hacha de piedra | Ciencia
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