
Las lágrimas de Lindsey Vonn en el podio de St. Moritz, revirada y velocísima pista de descenso en el cantón de los Grisones, laderas blancas de la Suiza oriental, esconden mucho más que una simple victoria en la Copa del Mundo de esquí alpino. Con 41 años y 55 días, la estadounidense se acaba de convertir en la mujer más veterana que jamás haya alzado los brazos en una prueba de semejante calibre. Pero no solo eso. En el mes de diciembre, en el que se cumplen 21 años de su primer triunfo en la Copa del Mundo, allá por 2004, y tras haber superado las gravísimas lesiones de rodilla que la obligaron a retirarse en 2019, Vonn al fin se siente en paz consigo misma.“Ahora mismo me encuentro en la mejor forma física de mi carrera”, asegura llena de orgullo tras arrebatarle el triunfo en las montañas suizas a la austriaca Magdalena Egger, 14 años más joven que ella. El secreto de tan esplendorosa longevidad, cuenta, está en su cambio físico. “Me he esforzado más que nunca para cuidar mi cuerpo”, explica. “El año pasado, sin ir más lejos, estaba más delgada de lo que me hubiera gustado, incluso más que en mis mejores años en la élite. Esta pretemporada, en cambio, he sido más disciplinada que nunca con la dieta y con la forma de entrenar. He logrado subir mi peso unos cinco kilos gracias a ese trabajo. Ha sido un verano duro, pero ha merecido la pena”. La de Minnesota, una de las más grandes esquiadoras de todos los tiempos —atesora 83 victorias en la Copa del Mundo—, regresó del retiro en 2024, cuando, ambiciosa, se fijó como objetivo pelear por las medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán el próximo mes de febrero en Milán-Cortina d’Ampezzo, los quintos de su carrera deportiva. Desde entonces, Vonn compite en la élite con varios implantes de titanio en su rodilla derecha, la misma que en 2019 le obligó a decir adiós al profesionalismo tras dos roturas del ligamento cruzado anterior. “O lo dejo ahora o no podré esquiar nunca más”, lamentó entonces entre llantos de frustración.Libre de dolor y con la movilidad articular recuperada prácticamente al completo, la estadounidense ha acumulado cerca de seis horas de entrenamiento diarias este verano, cuando, bajo la tutela de su entrenador, el neozelandés Chris Knight, combinó sesiones de fuerza en el gimnasio, interminables pruebas de equilibrio y ejercicios con los que potenciar sus habilidades psicomotrices, fundamentales para el minúsculo margen de error que concede un descenso como el de St. Moritz, donde se alcanzan picos de velocidad de 120 kilómetros por hora.“Ha sido un día increíble, tengo tantas emociones en mi cabeza ahora mismo que no puedo estar más feliz”, resumió la norteamericana tras su triunfo en Suiza, donde completó los 2.722 metros del complejísimo descenso de St. Moritz en un minuto y 29 segundos, ocho de los cuales los pasó literalmente en el aire, volando sobre el manto blanco de los Alpes. “Llegaba con buenas sensaciones de la pretemporada, pero no estaba segura de mi verdadera punta de velocidad”, sentenció tras el podio. “Creo que ahora ya sé lo rápida que puedo llegar a ser”.Con 41 años, los mismos que cumplirán LeBron James o Cristiano Ronaldo antes de que arranquen los próximos Juegos Olímpicos de Invierno, Vonn es un ejemplo, otro más, de que la longevidad ha dejado de ser un impedimento para brillar en el deporte de élite. Consciente de ello, así como de la dificultad que pese a todo entraña, la esquiadora de Minnesota se ha encomendado a un equipo de siete preparadores para apurar sus opciones de medalla en Italia. “Todo lo que hago es por Cortina d’Ampezzo”, advirtió quien ya se ha colgado un oro y dos bronces olímpicos. “Me levanto cada día pensando en los Juegos, en llegar sana y en buena forma. No habrá, eso sí, una segunda oportunidad. Será un todo o nada a una carta. Y la presión será inmensa. Pero no veo la hora de que llegue el momento”.
Qué hay detrás de la gesta de Lindsey Vonn, la leyenda del descenso que asombra al mundo con 41 años | Deportes
Shares:
