Raúl Fernández jamás pensó que su primera victoria en MotoGP iba a llegar esta temporada y con semejante recital de pilotaje y sangre fría en un circuito de postal como Phillip Island. Pero llegó y los demonios internos que cualquier piloto tiene en la élite cuando no llegan los resultados se desvanecieron de la noche a la mañana con un triunfo liberador en el GP de Australia. El joven de San Martín de la Vega, un desconocido para el gran público tras cuatro temporadas en la categoría reina sin podio alguno, supo aprovechar una oportunidad de oro y con su advenimiento le regaló además la primera victoria al equipo estadounidense Trackhouse, y la 300 en todas las categorías mundialistas de su proveedor Aprilia.Fernández, que aterrizó en 2022 en MotoGP como subcampeón del mundo de Moto2, estuvo a punto de tirar la toalla y tocó fondo después de terminar decimoquinto en el GP de España disputado a finales de abril de este año en Jerez. No disfrutaba de la vida, era incapaz de sonreír, y le costaba levantarse por las mañanas. Su entorno le abrazó y le aupó, dándole el espacio y la confianza necesarias para intentarlo una vez más, y funcionó.“No me lo creo todavía, necesitaré tiempo para digerirlo. Ha pasado muchísimo tiempo, y por suerte he tenido a mi gente y equipo cerca, creyendo siempre en mí”, reconocía el flamante ganador desde el parque cerrado. El piloto español, un tipo muy cerebral, se desgañitó y sacó toda la rabia y frustración acumulada en su largo camino hacia la cumbre del motociclismo. También lloró, especialmente en el abrazo con sus padres y, lejos de las cámaras, con su hermano pequeño Adrián, también piloto mundialista en Moto3.Fernández sabía que era un día para subirse al podio, y es que la baja del campeón Marc Márquez y la sanción de doble vuelta a Marco Bezzecchi, el tipo más en forma de la parrilla, dejaban muy abierta la carrera. El número 25 se encontró cómodo e inspirado, y en la salida ya se puso a la estela del cabecilla de Aprilia, pasando de la cuarta posición en parrilla a la segunda en la primera curva. El madrileño no se arrugó cuando Pedro Acosta, bicampeón en las categorías intermedias, le metió la moto en la tercera vuelta, e incluso comprendió que la figura del murciano de KTM podía ayudarle en su apuesta ganadora, haciendo tapón al resto del grupo. En la cuarta vuelta le devolvió la jugada y en la quinta se puso líder tras la primera vuelta larga de Bez, que tras cumplir con su segunda penalización en la séptima vuelta cayó de la primera a la séptima plaza, demasiado lejos ya para aspirar a la victoria.El resto fue, para Fernández, una demostración de tesón y mentalidad granítica ante el momento culminante de su trayectoria deportiva, llegando a aventajar en más de tres segundos a su más inmediato perseguidor, finalmente un Fabio Di Giannantonio (VR46) que salvó el honor de Ducati con su remontada hasta la segunda plaza. Bezzecchi, con todo, fue capaz de rascar un podio que parecía imposible tras cumplir con la doble sanción en la carrera y adelantar en la penúltima vuelta a un Álex Márquez que, con su cuarta posición, se acerca más todavía a la confirmación del subcampeonato del mundo la semana que viene en Malasia.“Hoy es tu día, disfrútalo”, le había susurrado Adrián a Raúl antes de arrancar la carrera de su vida, el sueño de tantos y la realidad de unos pocos elegidos. Y no se equivocó su mayor apoyo en los circuitos. Fernández, que cumplirá los 25 el próximo jueves, ya es el decimosexto piloto español que consigue una victoria en la categoría reina, por fin protagonista en la élite del motociclismo. “Es la persona más importante que tengo, gracias a él estoy aquí ahora”, reconocía el protagonista del día al referirse a su hermano de 21 años. También se mostró agradecido a Davide Brivio, su jefe de equipo y gran valedor dentro del paddock, y toda la estructura del Trackhouse Aprilia, su hogar las últimas tres campañas.“Todos me ayudaron. Me transmitieron calma. A partir de ahí tocó construir una base, así es el deporte. Es hacer una casa, y cuanto más rápido vas, más rápido puede destruirse. Nunca pensamos que este momento podía llegar esta misma temporada”, valoraba Fernández en DAZN. Venía de un agujero tan profundo que su misión no estaba ni siquiera dentro de la pista. “No era solo el hecho de seguir o no en MotoGP, sino el poder ser feliz. No lo estaba pasando nada bien. Ni siquiera podía levantarme por las mañanas con una sonrisa, y eso es lo más importante de la vida”, subrayaba al recordar su estado psicológico tras la carrera en Jerez.“Nos hacía falta un poquito ya”, celebraba entre lágrimas su padre. “Ha estado magnífico, brillante, ha superado un gran examen, la prueba de madurez definitiva”, apostillaba Brivio. Hasta este domingo, el mejor resultado de Fernández en MotoGP había sido una quinta plaza, pero desde su reseteo en Jerez había vuelto a sonreír y sobre el asfalto se notaba. Tercero en la sprint de Indonesia y segundo este sábado en la de Australia, en un par de semanas ha descorchado toda la confianza, velocidad y fortaleza que le llevaron a promocionar a MotoGP con 21 años y ahora le convierten en ganador en la categoría reina. Aunque pasó mucho tiempo, la espera ha valido la pena.

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