Entrar en el grado universitario deseado se ha convertido en un martirio para decenas de miles de jóvenes de brillantes expedientes que compiten a brazo partido por una plaza. La red pública, con escasos medios y una buena calidad acreditada en los rankings, está muy lejos de atender a la demanda de chicos de 18 años que parecen opositar a notarías desde primero de bachillerato. El curso pasado aprobaron la convocatoria ordinaria de la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) ―en la que se reparten todo los puestos con muchos solicitantes― 57.500 personas más que en 2015 y, sin embargo, las universidades estatales matricularon a 16.700 alumnos menos en primero, mientras en la privada aumentaban en 34.300. De modo que el sueño de muchos jóvenes, tras trabajar con tesón en su aula, solo se cumple si su familia puede permitírselo pagando una universidad privada. La meritocracia y la igualdad de oportunidades parecen resquebrajarse.Sacar unas notas excelentes ―un tercio logró más de un ocho en bachillerato en 2024, según los datos oficiales, y un 26% más de ese ocho en Selectividad, en la que rinden menos― ya no garantiza entrar en el grado. La pelea es a la milésima y muchos tiran la toalla y ni solicitan la titulación deseada con notas muy altas. Además de la ausencia de plazas en la pública ―en 2024 1.400 menos que en 2015 y con tendencia descendente―, hay motivos cuantificados que explican en parte que las notas estén por las nubes. Por un lado, la epidemia de sobresalientes en los centros que no se corresponde con el nivel de los alumnos ―en especial en los colegios privados y concertados― para que entren en el grado (el 60% de la nota depende del expediente). Y seguidamente, porque cada vez aprueba más gente la PAU ordinaria ―en 2010 el 93,1% y el año pasado el 97,2%― y con unas calificaciones mayores. Desde la pandemia, el rendimiento mejoró aún más por las facilidades que se dieron a los alumnos, pero en 2025 han desaparecido, bajando algo el número de aprobados y las notas. La Universidad Carlos III calcula que, pese a aumentar las solicitudes, menguarán la nota de corte en torno a medio punto.El principal problema es que la universidad pública no está atendiendo a las necesidades de país. “No tienes libertad de elección de carrera si las notas de corte son extraordinariamente altas. Y no es que las universidades públicas sean elitistas, es que solo se quedan con los mejores estudiantes, porque no tienen más plazas”, recordó la ministra Diana Morant en un acto reciente. “Se está obligando, porque eso no es libertad, a pagar el grado que quieren en una universidad privada. Muchas familias piden un crédito y, no es porque su hijo haya sacado un cinco o no se haya esforzado, es que se está infrafinanciando el sistema público”. España gasta el 0,7% de su PIB en la universidad, frente al 1,2% europeo. El Gobierno quiere llegar al 1% en 2030, pero las competencias son autonómicas.En este diario Eva Alcón y rectora de la Jaume I de Castellón (pública), presidenta de la conferencia de rectores (CRUE), admitía también que las universidades públicas dejan sin su primera opción de grado a muchos alumnos: “Con esta financiación podemos hacer lo que podemos hacer. Nos encantaría ofrecer muchas más plazas en titulaciones que tienen demanda, pero ¿por qué no podemos? porque necesitamos recursos en personal e instalaciones“. “Es una cuestión de oferta y demanda por generaciones. Cuando yo estudiaba, a finales de los ochenta, para Teleco o Arquitectura pedían muchísimo, y ahora la nota de corte está más baja, porque ha bajado su demanda”, cuenta Rosa de la Fuente, vicerrectora de Estudiantes de la Complutense, la institución que coordina toda la PAU en Madrid. “Siempre ha habido carreras que están muy altas, porque en ese momento están de moda o hay un nuevo nicho de trabajo”.“Es verdad que en los últimos años las ciencias de la salud han tenido un crecimiento exponencial de la demanda”, prosigue De la Fuente. Y ahí la red pública se ha quedado atrás: desde 2015 apenas han crecido las matrículas de primero en 1.400, mientras en la privada subían en 9.000. El Gobierno ha costeado 700 plazas de Medicina en la pública, pero es apenas un parche y muchas facultades luego han recortado los puestos. “¿Por qué? Si quieres dar una formación de calidad, necesitas que se ajuste al número de profesionales que enseñan a las plazas en los hospitales“, remarca De la Fuente. En 2015, se presentaron 43.700 solicitudes de Medicina (muchos alumnos piden plaza en varias comunidades ) y el curso pasado 62.700, para 6.600 plazas públicas. “Intentamos dar vueltas para que ingresen más estudiantes. Las facultades son muy respetuosas con la calidad, por eso si no hay laboratorio, no puede haber más alumnos”. Aunque admite que cuentan con un pequeño margen. En Biológicas, por ejemplo, han aumentado algo las plazas. Las clases de 100 personas de los años noventa son impensables con el Plan Bolonia, que aboga por una docencia más personalizada y, por tanto, costosa.Ángel Arias, rector de la Carlos III ―con notas de corte estratosféricas― reconoce que dejarán fuera a la mitad de las 8.000 personas que solicitan entrar en sus grados. Cree que hay que buscar una fórmula para que ingresen más alumnos sin que la calidad se resienta. “Como no obligamos a venir a las clases y los estudiantes tienen bastante autonomía en la formación, les cuesta venir a los campus”. Por eso argumenta que hay que hacer un esfuerzo porque vivan la universidad los que se quedan en casa, e incrementar si se puede el número de estudiantes, porque hay aulas que no están llenas en las clases presenciales.A veces si se atiende la demanda de plazas se aboca a muchos titulados al paro o al trabajo precario, como ocurre con Psicología (25.000 alumnos en primero entre privada y pública) o Criminología (5.800), que tienen notas de acceso muy altas y un mercado laboral que se tambalea. Sin embargo, resulta muy tentador para los políticos implantar esos grados, porque da votos. En Madrid se puede estudiar Psicología en 14 facultades, entre privadas y públicas. En 2010 se ingresaba en la Complutense en este grado con un 7,8, frente al 10,28 sobre 14 de 2024.A nivel nacional, solo en Diseño y Religión, carreras de pocos alumnos, hay más universitarios en la privada. Pero si pone la lupa en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso, espejo en el que se miran muchos gobiernos del PP, el panorama es desolador para quien no tiene dinero: en las ramas de Educación, Técnicas Audiovisuales, Psicología, Medicina, Enfermería, otras ciencias de la salud (no se especifica) y Ciencias del Deporte, ya hay más alumnos de primero en centros de pago. Mientras, las prestigiosas universidades públicas de la capital se desangran sin la financiación adecuada.Otro problema es que los bachilleres, pese a existir jornadas de puertas abiertas y charlas en sus centros, se dejan arrastrar por las carreras que están de moda, aumentando la nota de corte. “Tenemos que trabajar desde el lado de la orientación de la demanda, porque a veces está muy condicionada al interés de las generaciones y no se dan cuenta que hay otros grados”, subraya De la FuenteArias se va al ejemplo de Ingeniería eléctrica, el grado con menos demanda de toda la Carlos III. “Se van a necesitar 100.000 ingenieros eléctricos y no los hay. En 30 años nosotros hemos formado a 25.000 ingenieros entre todas las titulaciones”, compara. Para alegría del mercado laboral las ingenierías se han recuperado, y en primero matriculan en la pública a 1.500 alumnos más que en 2015; aunque el mercado reclama muchos más para hacer frente a los nuevos retos. Hasta 5.000 ofertas quedaron sin cubrir en 2023 en España: el 15% de las de ciencias de datos y, lo más preocupante, el 50% de las de IA, según un estudio de la asociación IndesIA. Matemáticas y Física, son dos casos muy llamativos: en década y media han subido del 5 a más de un 12 por esta apremiante necesidad del mundo del trabajo.José Luis Casillas, miembro de la junta directiva de la Asociación Profesional de Orientación Educativa de Castilla y León, confirma la presión y habla de la competitividad. “De un tiempo a esta parte, parece que tenemos que ser los mejores en todo, y además tenemos el postureo, Instagram… la mejor foto”. Remarca la influencia del entorno. “Si eres buen estudiante, la familia cree erróneamente que es mejor hacer el bachillerato que FP, luego una carrera que una FP superior… No se trata de estudiar lo que más te gusta, lo que puede ser valioso para la sociedad. Si tienes un 13, ¿cómo vas a matricularte en Historia?, dicen, apúntate Medicina”. Esta presión pasa factura. En el reciente estudio Dobles títulos universitarios, ¿dobles oportunidades?, de la Fundación para el conocimiento Madri+d, muchos estudiantes encuestados admitieron que habían elegido esa opción, que supone un sacrificio extra, en parte presionados por el entorno. No se concibe “regalar nota” si se ha alcanzado una muy alta. El 23,6% de las titulaciones que se ofrecen actualmente son dobles, y tienen tan pocas plazas que el acceso está al alcance de muy pocos. Estas puntuaciones estratosféricas ― en la Universidad de Sevilla un 13,764 sobre 14 en el doble de Matemáticas y Física el pasado año― son un motivo de orgullo para las universidades, pero para muchos expertos hay mucho de marketing. De nuevo sale a reducir la falta de recursos. En opinión de Casillas, el 95% del tiempo los orientadores se centran en los problemas de convivencia en secundaria, y dedican poco a ayudar a descubrir su vocación a los futuros universitarios de bachillerato.José Navarro, catedrático de Psicología del Trabajo en la Universidad de Barcelona, sostiene que esta presión se está trasladando también a los cuatro años de los grados. Quien quiere cursar un máster muy demandado en la red pública ―fácilmente hay 10 solicitantes por plaza en el posgrado― sabe que tiene que sacar unas notas muy altas y optar a determinadas materias optativas para entrar.Navarro, experto en psicología de las asociaciones, remarca que las carreras ya no tienen solo una orientación formativa ―hace 10 años los rectores se indignaban si se les hablaba de empleabilidad―, sino laboral. Lo observa cuando modifican o crean un grado en la UB, porque en la comisión siempre están representados los empresarios. Una mirada al mundo del trabajo desde los 18 años que, sin duda, está asociada a esta nueva competitividad.Las universidades informan a muchos más alumnos de los que luego estudian allí de que han entrado en un grado de enorme demanda, porque una gran parte finalmente no se matriculan al encontrar sitio en otra facultad más cercana a su casa. Es una lotería, así que en sus previsiones los rectorados tienen que tener en cuenta el comportamiento de otros años para calcular las plazas totales que se ofertan. Si se quedan cortos, durante el verano hay llamamientos y a veces baja la nota. Y si se quedan largos, como le pasó a la Complutense con Enfermería porque no se repitió la conducta de otros años, tienen que asumir a esos alumnos de más.Por eso De La Fuente recomienda a quien no haya entrado en el grado que quería mostrar su interés en mantenerse en la lista de espera ―mediante una aplicación en la web o un correo electrónico, dependiendo del rectorado― por si antes de que empiece el curso suena la flauta.
Ser un alumno brillante ya no garantiza estudiar la carrera soñada en la universidad pública | Educación
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