En una tónica ya habitual en el Washington de Donald Trump, lo que comenzó como una broma se convirtió este viernes en una extravagante realidad. Fue cuando unos operarios comenzaron pronto por la mañana (hora local) a colocar en la fachada del Kennedy Center (KC), gran centro de la música y las artes escénicas de la capital estadounidense, el nombre del presidente estadounidense en letras de molde, junto al de uno de sus más ilustres predecesores en el cargo: John F. Kennedy. Cumplían con una decisión adoptada el día anterior por unanimidad por el patronato del KC, cuyos miembros puso a dedo Trump en febrero, al principio de su segunda presidencia. Lo hizo con el pretexto de que el centro cultural había sido cooptado durante la presidencia de Joe Biden por el “virus de la ideología woke”. La votación no fue una sorpresa, dado que el republicano llevaba meses jugando con esa idea. Tampoco lo fue comprobar hasta qué punto Washington se ha llenado tras su regreso al poder de aliados dispuestos a cumplir sin hacer demasiadas preguntas con los más salvajes planes de Trump. No está claro, con todo, que el movimiento sea legal. El KC recibió ese nombre en 1964 por una decisión del Congreso estadounidense, así que se entiende que cualquier maniobra para rebautizarlo tendría que salir de ese mismo solemne lugar. Fiel a su personalidad impaciente, Trump no tuvo tiempo para esperar, tal vez consciente de que los republicanos, que dominan las dos cámaras en el Capitolio, han empezado a demostrar últimamente cierta (e inédita) tendencia a llevarle la contraria. Y así fue como este viernes cuatro operarios se subieron a un andamio móvil para ponerse a la tarea de colocar la primera de las letras, la “D”, de Donald, para que el centro pase de facto a partir de ahora a llamarse The Donald J. Trump and the John F. Kennedy Memorial Center for the Performing Arts. El complejo, que acoge unos dos mil eventos al año, de producción propia o ajena, tiene varias salas, pero, sobre todo, dos: la sinfónica (con capacidad para unas 2.500 butacas) y el teatro de ópera (unas 2.300).El gesto culmina un año en el que el presidente de Estados Unidos ha visitado con frecuencia un lugar que no pisó durante su primer mandato, ha dado rienda suelta a su pasión de decorador, ordenando, por ejemplo, que se pintaran de blanco las columnas doradas del exterior, ha cancelado programas que juzga contrarios al ideario MAGA (como el concierto navideño del Coro de hombres gais de Washington, que se celebró con éxito el pasado fin de semana, lejos del KC) y lo ha puesto en definitiva al servicio de sus intereses, también de los personales. El sorteo del mundialDos eventos han ejemplificado este mes la nueva normalidad en el centro de artes escénicas. Uno es el gran evento social del año: la gala anual que honra a destacadas personalidades de la cultura; en este caso, Sylvester Stallone o los músicos la diva disco Gloria Gaynor y la banda de rock Kiss. El otro fue el sorteo del Mundial de Fútbol, que obligó a cancelar compromisos adquiridos previamente para que el complejo estuviera disponible durante una semana. Aquel espectáculo, en el que Trump recibió un premio de consolación en vista de que no se llevó el Nobel de la Paz, lo cerró una actuación de Village People −mejor dicho, lo que queda de Village People−. El grupo interpretó YMCA, la canción favorita del presidente. Trump, el pasado 4 de diciembre en el Kennedy Center, durante el sorteo del Mundial de Fútbol.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)En estos meses, ha habido cancelaciones voluntarias de músicos (Rhiannon Giddens) y actrices (Issa Rae). La soprano Renée Fleming y el cantautor Ben Folds, que tenían cargos como asesores del KC, dimitieron. Y la compañía del bailarín Alvin Ailey se llevará en febrero próximo su residencia anual a otro teatro de la ciudad. También ha habido bajas entre los titulares de abonos, y varios análisis de los medios estadounidenses han certificado una caída en la venta de entradas que la Casa Blanca desmiente. Tal vez carezca de validez científica, pero cualquier habitual de los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional o de los montajes de la Ópera Nacional sabe que es más fácil que antes conseguir boletos y que las ofertas para hacerlo a bajo precio son también más frecuentes. La noticia de que el patronato había votado por el cambio de nombre la dio la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, el jueves, con un mensaje en X, que cupo leer como otra prueba de que la Administración de Trump anda más bien reñida con la realidad. “Acabo de enterarme de que la respetadísima Junta Directiva del Kennedy Center, compuesta por algunas de las personas más exitosas de todo el mundo, acaba de votar por unanimidad para cambiar el nombre del Kennedy Center a Trump-Kennedy Center, debido al increíble trabajo que el presidente Trump ha realizado durante el último año para salvar el edificio”, escribió Leavitt. “¡Felicidades a Trump, y al presidente Kennedy, porque formará un equipo verdaderamente magnífico por mucho tiempo!“. Entre los miembros del patronato, que preside el propio Trump, destacan otros nombres sin experiencia acreditada en la gestión cultural, como su enviado a Venezuela, Ric Grennell, su jefa de Gabinete, Susie Wiles, el director de la oficina de personal de la Casa Blanca, Dan Scavino, la esposa del secretario de Comercio, Allison Lutnick, o la segunda dama, Usha Vance. El movimiento de renombrar el KC recuerda a otras decisiones de Trump, que no ha dudado en romper con la tradición y el decoro del cargo que ocupa por segunda vez al alentar un plan del Departamento del Tesoro de acuñar una moneda con su efigie para conmemorar el 250º aniversario de la independencia del país, que se celebrará el próximo año, y al colocar su cara en una gran lona en el Departamento de Trabajo junto a la de Franklin Roosevelt, el presidente del New Deal, o en las tarjetas de acceso a los parques nacionales junto a la de Teddy Roosevelt, a quien se atribuye la paternidad de la protección de esos espacios naturales.Una misa de Leonard Bernstein, encargada por Jacqueline Onassis para honrar la memoria de su primer marido, sirvió para inaugurar el 8 de septiembre de 1971 un monumental centro de artes escénicas con el nombre del presidente asesinado casi ocho años antes. En el Kennedy Center, que en realidad fue una idea de Dwight Eisenhower, el poder se codea con la melomanía a orillas del Potomac. Desde este viernes, ese lugar es también un homenaje a Donald Trump a sí mismo.

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