Que el estadounidense Donald Trump y el ruso Vladímir Putin vayan a reunirse en Budapest para hablar de la paz en Ucrania es un desaire para Europa. La cita en la capital húngara, con el nacionalpopulista Viktor Orbán, aliado de Trump y considerado el submarino del Kremlin en la UE, pone al resto de líderes europeos, a la cúpula de las instituciones comunitarias y a la OTAN (de la que también forma parte Hungría) en una vergonzante e incómoda situación. Trump y Putin hablarán de Kiev en un país de la UE, pero sin que la Unión asista. Y la logística constituye un auténtico desafío que ejemplifica bien esa tensión: para llegar a la capital húngara, el presidente ruso, sobre el que pesa una orden de detención del Tribunal Penal Internacional (TPI), deberá sobrevolar cielo europeo o realizar un viaje mucho más largo.Toda la logística de la cita es muy inconveniente. Si no quieren enfadar a Trump, impidiendo al autócrata asistir a la reunión, algunos países tendrían que emitir una exención especial a Putin, para evitar cumplir la orden del tribunal con sede en La Haya, para sobrevolar su espacio aéreo. Además, los aviones rusos no pueden atravesar los cielos de la Unión por las sanciones impuestas al Kremlin por la invasión de Ucrania. Eso o le forzarán a tomar una ruta mucho más larga y compleja: rodear la costa de Grecia por el Mediterráneo y atravesar después Montenegro y Serbia antes de llegar a Hungría. Una de las rutas más lógicas es por la costa oriental del mar Negro y Turquía, a través de Bulgaria y Serbia o Rumania hasta llegar a Hungría. Pero no es la única porque tampoco se sabe desde qué parte de Rusia emprenderá el dirigente ruso su camino. No es la primera vez que algo así ocurre. El avión de Putin también tenía prohibido sobrevolar cielo estadounidense, pero se le dio un permiso especial para acudir a la reunión de Alaska el pasado mes de agosto.Putin —como ya ocurrió con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, también buscado en el TPI por los crímenes en Gaza, que visitó Budapest en primavera— no parece correr peligro en Hungría. El país está en proceso de retirarse del TPI, aunque esa salida solo entrará en vigor en junio de 2026. “Esperamos al presidente Putin con respeto”, ha dicho el ministro de Exteriores húngaro, Peter Szijartó. “Nos aseguraremos que pueda entrar en Hungría, mantenga conversaciones fructíferas y vuelva a casa a salvo”, ha añadido.Orbán, que ha ofrecido varias veces Budapest, a Moscú y Washington, ya enfadó profundamente a los líderes europeos el pasado año, cuando a inicio del semestre de la presidencia húngara del Consejo de la UE, que es rotatoria, emprendió un viaje a Moscú en una autoimpuesta “misión de paz”, que también le llevó a Kiev y a Estados Unidos, a reunirse con Trump, antes incluso de que regresara a la Casa Blanca.Pero el lugar de la próxima cita de alto nivel entre Moscú y Washington —si finalmente llega a concretarse, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se verá en la capital húngara con el secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio la próxima semana) tiene connotaciones negativas para Kiev. En Budapest Ucrania y Rusia, junto a Reino Unido y Estados Unidos firmaron en 1994 el memorándum por el que Kiev se comprometía a renunciar a sus armas nucleares a cambio de que Moscú respetara su integridad territorial. Promesa que Putin ya fulminó en 2014, cuando invadió y se anexionó ilegalmente Crimea.El club comunitario, que había reclamado un sitio en la mesa de negociación, no solo se ha quedado sin él, sino que tendrá que limpiar los restos del banquete y pagar la factura de la reconstrucción. “El sitio está escogido a conciencia, puede beneficiar a Rusia, porque ahonda las fisuras en la UE sobre el Kremlin. Y además puede hacer un enorme favor a Orbán, que el próximo año se enfrenta a elecciones en casa”, dice una diplomática europea. Trump ya le dio ese caramelo al autócrata ruso con la cita del pasado agosto en Alaska. Aquella reunión no avanzó un palmo hacia la paz, pero sí reivindicó a Putin, le sacó del aislamiento y le devolvió a la mesa de los mayores en el tablero geopolítico global. La cumbre de Budapest, que por ahora solo es hipotética y para la que todavía no está clara la coreografía, también puede ser una victoria para Putin. Una que le sabría todavía mejor: es en suelo europeo.También es una baza para Washington, que como evidenció el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, en una descomunal arremetida contra los valores europeos a principios de este año en una conferencia en Alemania, está en plena guerra ideológica contra Europa. El Viejo Continente es (salvo excepciones como Hungría) prácticamente el único sitio del globo que representa una alternativa a su deriva autoritaria y donde todavía se resiste, en su mayoría, a la ola ultraderechista reaccionaria. Ante los micrófonos, en Bruselas aseguran que el encuentro entre Trump y Putin estará bien si sirve para avanzar en poner fin a la invasión rusa. En privado, varias fuentes hablan de “pesadilla política” para la Unión, que desde que Moscú lanzó la invasión a gran escala de Ucrania ha aislado al autócrata ruso y ha tejido toda una red de sanciones para estrangular su economía de guerra. Orbán ha tratado de boicotear ese aislamiento desde el principio, poniendo palos en las ruedas a las sanciones, conservando una buena relación con Putin y cargando cada vez que puede contra la política internacional y de defensa de la Unión. “Bruselas ha elegido la guerra”, suele decir.“La reunión de Budapest entre Putin y Trump marca el uso estratégico de Hungría como el eslabón más débil de la UE como actor geopolítico”, sostiene por teléfono Alberto Alemanno, investigador sobre Democracia en la Universidad de Harvard. “Muestra también a un Orbán servil que debe más a Rusia y a EE UU y no a la UE a la par que le da un regalo en un momento en el que ahonda su crítica a la Unión para salvar su futuro político”, dice. “Esta reunión otorgará al húngaro autoridad para hablar en nombre de la UE, mientras que su postura personal sobre Ucrania es antitética a la de la Unión”, añade el experto. La Comisión Europea trata de afrontar el nuevo escenario con pragmatismo. “Vivimos en el mundo real”, ha dicho este viernes un portavoz comunitario. “Las reuniones no siempre se celebran en el orden o formato precisos que desearíamos, pero si las reuniones nos acercan a una paz justa y duradera para Ucrania deberíamos acogerlas con satisfacción”, ha añadido.

Una ruta aérea compleja y un desaire para Bruselas: la reunión entre Putin y Trump en Budapest pone en guardia a la UE | Internacional
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